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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Estamos preparados?

Diez de los diecisiete islamistas detenidos por orden del juez Garzón bajo la acusación de preparar un atentado contra la Audiencia Nacional estaban presos: tres por delitos relacionados con redes terroristas islamistas y siete por pequeños delitos. Un perfil, en conjunto, similar al del grupo de fanáticos curtidos y de reclutas fanatizados que realizó la matanza del 11-M. Están justificadas, por tanto, las medidas que ha empezado a poner en práctica Interior para reforzar el control de las actividades de los reclusos con antecedentes de este tipo, pero también de los que hayan dado muestras de acercamiento a los líderes que les aleccionan, reclutan y entrenan para mártires.

El aumento de la población carcelaria en general, y de la de origen magrebí en particular, favorece esa conversión de las prisiones en cantera de terroristas. Más de 6.000 de los casi 60.000 presos que hay actualmente en las 77 cárceles españolas son musulmanes. Por mucho que se les disperse, siempre habrá decenas de ellos en cada establecimiento. El número de internos relacionados con el terrorismo islámico ha pasado de tres en 2000 a 52 este año, según uno de los informes remitidos por Interior a la comisión del 11-M. La prisión -con mucho tiempo libre- favorece la influencia psicológica de líderes radicales que ofrecen a los pequeños delincuentes seguir haciendo lo que hacían -por ejemplo, falsificar tarjetas de móviles-, pero ahora al servicio de una gran causa. Y con la posibilidad de convertirse en mártires.

Cada vez hay más indicios de que la trama del 11-M pasó por las prisiones. Se sabe, por ejemplo, que Abu Dahdah, detenido desde 2001 como supuesto jefe de Al Qaeda en España, señalado el lunes por un responsable policial como probable instigador de los atentados de marzo, recibió visitas en prisión de personas relacionadas con los autores materiales. Si a ello se añade que el juez Garzón acaba de alertar sobre la inadecuación de la legislación actual para hacer frente al nuevo terrorismo, tan distinto al de ETA, es evidente que queda mucha tarea pendiente para hacer frente a un desafío que seguramente durará.

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La reunión del Pacto Antiterrorista prevista para el próximo día 3 debería servir para que los dos grandes partidos, en lugar de seguir tirándose los trastos del pasado a la cabeza, se concertaran para pactar las líneas maestras de lo que hay que hacer ahora, especialmente en el terreno legislativo y penitenciario.

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