_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La caída

Apasionado y elocuente, cerró Fidel el encuentro con la memoria del Che, ante una multitud de cubanos. Cuando abandonó el atril, no vio el escalón, dio un paso en falso y se precipitó de cabeza al suelo, en una caída espectacular. Tampoco tú sabes por qué cualquier caída nos provoca una risa tan repentina e irracional, como pasajera. Tal vez, nos sacuda esa risa los movimientos grotescos del sujeto que la sufre, y trata de evitarla y de recuperar el equilibrio, sin que en todo el veloz proceso consideremos, en absoluto, su currículum ni sus consecuencias. Esa risa, es como un espasmo reflejo. Pero si quien rueda por el suelo es un hombre corpulento, un dirigente revolucionario e irónico, y un presunto dictador, el espasmo reflejo, se examina en el microscopio de la mala uva, hasta adquirir entidad política, y más que política, despiadada y revanchista, y relevancia simbólica y hasta profética: el hecho fortuito y físico suena, en su estrépito, a aviso, a premonición, a anuncio esperado y a milagro en negativo: la caída del poder y la gloria del enemigo, del maligno para algunos o algunas. Quienes cultivan el odio y sienten los espantos, suelen autorretratarse con las miserias de la paleta de Dorian Gray. Así se autorretrató una ex ministra, al parecer acreditada por el Opus, y cuánta devoción la suya, cuando exclamó: me gustaría que se hubiese matado. Deseos de tan deleznable naturaleza no se compadecen con los mandamientos y las creencias que se le suponen a la susodicha ex ministra; como tampoco se compadece el impulso a la enseñanza y a la medicina públicas, de un dictador acosado, embargado y bloqueado por el imperio, que acosa, embarga y bloquea a todo un pueblo, sin empacho alguno. El dirigente revolucionario lo diagnóstico: foto en primera. Frente a la pantalla de los televisores, se reían un monarca con la pierna deportivamente escayolada; un presidente autonómico y anciano que se desvanece ante los micrófonos, un césar que se atraganta con una galleta o un jefe de estado derribado por el alcohol. ¿También la ex ministra les ha encendido ya una piadosa palmatoria?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_