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Reportaje:

Especialistas en calidad de vida

La medicina de rehabilitación ha extendido su campo de actuación para frenar la discapacidad

Soledad Alcaide

En una de las salas de rehabilitación del hospital La Paz de Madrid dos pacientes cardiacos pedaleaban el viernes pasado en la bicicleta estática, supervisados por una fisioterapeuta que controlaba a la vez el ritmo de su corazón.

Hasta hace unos años las salas de rehabilitación de los hospitales las llenaban pacientes con afecciones en los órganos motores: con fracturas, dolores musculares, deformaciones, ortopedias... Hoy esta especialidad médica ha cambiado tanto que incluso tiene un nuevo nombre -desde el año pasado se denomina medicina física y de rehabilitación- y se aplica en todo tipo de enfermedades vertebrales, neurológicas, cardiacas, respiratorias, trastornos de la voz y el habla, entre otras muchas que son susceptibles de provocar discapacidad. Y en su cura participan todo tipo de técnicas aplicadas por otros especialistas, desde la fisioterapia -la más conocida- hasta hidroterapia, estimulación eléctrica o termoterapia, por poner algunos ejemplos.

La rehabilitación evita cirugías de alto coste, reduce bajas médicas e incapacidades totales
La ciencia ya no sólo busca curar, sino que el paciente viva mejor con su afección

Porque la rehabilitación ha pasado a ser todo un plan sanitario diseñado por un médico especialista, que además de los componentes terapéuticos, debe contar con la participación de asistentes sociales, psicólogos, psiquiatras, logopedas, terapeutas ocupacionales y otros profesionales que traten de hacer un tratamiento integral de la discapacidad, que no sólo afecta al paciente, sino a todo su entorno: desde el ámbito físico, al psíquico, la familia o su trabajo.

Esta evolución es una muestra de cómo ha cambiado la Medicina en general en los últimos años, que ha pasado de tener una función meramente curativa a buscar también la calidad de vida de los pacientes cuando conviven con su afección. El doctor José Luis Miranda, jefe de la especialidad en La Paz, lo resume en que los médicos rehabilitadores tratan de mejorar la situación del discapacitado y "no sólo de darle más años".

"Somos especialistas en calidad de vida", afirma este médico, que ha participado, junto a casi 60 médicos de la misma rama de toda España, en la elaboración del libro Rehabilitación médica, que se presentará a finales de noviembre y que trata de acercar los avances que ha hecho esta parte de la medicina en los últimos años y que todavía sigue siendo una especialidad desconocida incluso para sus propios colegas.

"Los médicos de rehabilitación siempre hemos vendido muy mal lo que hacemos, pero nuestro trabajo sobre todo evita que los discapacitados empeoren su situación y eso también evita muchos costes a la sanidad", asegura el doctor Miranda, aunque también reconoce que es muy difícil cuantificar ese ahorro. "Con la rehabilitación se evitan muchas cirugías de alto coste y también se reduce la duración de bajas médicas o que se produzcan incapacidades definitivas, pero es difícil de medir", añade.

Los dolores lumbares, por ejemplo, suponen la segunda causa de absentismo laboral, apunta el doctor Miranda. En el año 1994, el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales cuantificó en unos 60 millones de euros el coste de las bajas provocadas por esta causa.

Si todos los afectados siguieran un tratamiento rehabilitador, esa cifra podría reducirse, pues conllevaría no sólo que el absentismo laboral fuera menor, sino que en muchos casos se impedirían recaídas, pues, además de curar, se trata de actuar sobre las causas de la afección, que pueden llegar desde malas posiciones a una actividad física desmedida en el trabajo. En definitiva, no sólo curar, sino tratar de solucionar la situación que provocó el mal.

Sólo en La Paz el año pasado se produjeron 17.879 primeras consultas de medicina física y de rehabilitación, según la memoria anual. Y se redujeron a 16.348 en consultas sucesivas.

La Paz, como los grandes hospitales de toda España, cuenta con un servicio multiprofesional. Pero los centros más pequeños van reduciendo los servicios que ofrecen, de tal forma que algunos sólo cuentan con servicio de fisioterapia, que es el que tiene más morbilidad.

"La campaña que ahora tenemos es que la rehabilitación debe salir de los hospitales para las pequeñas discapacidades, que son las habituales", dice el doctor Avelino Ferrero, presidente de la Sociedad Española de Medicina Física y Rehabilitación (SEMFR). En su opinión, en esos casos se debe prestar atención a los enfermos desde los ambulatorios. "La sociedad española está envejeciendo y los ancianos son los que más dificultades tienen de trasladarse hasta un hospital. Debe ser al revés, el médico rehabilitador es el que debe acercarse al paciente", afirma. El problema que hay detrás, continúa, es que no hay una conexión entre la medicina primaria y la rehabilitación, de tal forma que el paciente habitualmente tiene varios pasos que seguir: por ejemplo, ir primero a su médico de cabecera; luego, al reumatólogo, y, por fin, llegar al médico de rehabilitación. Se trataría, pues, de ordenar un poco el sistema, porque es la especialidad en la que el facultativo debe trabajar más pegado al paciente.

Eso ayudaría también a reducir las actuaciones en los hospitales, donde a veces se considera que el servicio de rehabilitación es un centro de enfermos crónicos. "El rehabilitador tiene el papel de ponerle punto final al tratamiento, lo que a veces es difícil porque no hay una cura total", apunta el doctor Miranda.

"También soy partidario de establecer unos protocolos que permitan, como se hace en Estados Unidos, que en las afecciones menores sean las enfermeras quienes traten, por ejemplo, una contractura muscular o un dolor de corta duración", agrega por su parte el doctor Ferrero.

Sin embargo, para alcanzar todos estos planes el presidente de la SEMFR cree que hay que ampliar las horas lectivas dedicadas a la medicina de rehabilitación en las facultades de Medicina y también está trabajando para que se amplíe el periodo como médico internista residente (MIR) de cuatro a cinco años. Eso sí asegura que no haya paro en esta rama médica, de la que por ahora sólo hay 1.800 especialistas, según sus cálculos, en toda España.

Un paciente realiza sus ejercicios en la sala de rehabilitación del hospital de Bellvitge, en Barcelona, bajo el control de una especialista.
Un paciente realiza sus ejercicios en la sala de rehabilitación del hospital de Bellvitge, en Barcelona, bajo el control de una especialista.TEJEDERAS

El 'boom' tras el caso de la colza

La medicina física y de rehabilitación no llegó a España hasta 1969, año en que se reconoció como especialidad médica. Nació gracias al empeño de la Sociedad Española de Rehabilitación, que se fundó en 1954, aunque en un principio ésta sólo estaba integrada por traumatólogos y cirujanos ortopédicos que trataban de importar los avances desarrollados en Estados Unidos desde 1948.

A partir de su reconocimiento, comenzó a extenderse por las Ciudades Sanitarias, creadas durante la dictadura y que concentraban los servicios médicos en amplios hospitales. La Paz, en Madrid, el hospital General de Zaragoza o el hospital Vall d'Hebron, en Barcelona, son ejemplos de esa política.

Pero el gran impulso de la especialidad lo tomó en 1981, cuando se produjo en España la masiva intoxicación con aceite de colza que afectó a unas 25.000 personas con lesiones de diversa índole. "Sufrieron una serie de afecciones del aparato locomotor en los que la rehabilitación era fundamental", dice el doctor Avelino Ferrero, presidente de la Sociedad Española de Medicina Física y Rehabilitación. "Fue entonces cuando comenzaron a crearse unidades en muchos ambulatorios, sobre todo de los lugares donde hubo más afectados, como Madrid y Castilla, para satisfacer las necesidades de esa población".

El siguiente paso fue su inclusión en los temarios de los médicos internistas residentes (MIR), lo que ha permitido la especialización. Hoy hay unos 1.800 especialistas en toda España, según el cálculo de su sociedad médica.

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Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 

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