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Columna
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Urgencia

Los empresarios valencianos no tienen suerte. Los acontecimientos escasamente reconfortantes han condicionado la trayectoria colectiva del mundo empresarial. Las tensiones territoriales, los pulsos personales y las divergencias sectoriales han marcado el acontecer económico. No es posible que quien tuvo tanta preeminencia haya caído en el descrédito. O no era para tanto o hay un interés desmedido en su desgracia. ¿Se pretende borrar alguna página de la historia empresarial que no se tendría que haber escrito?

Hay momentos en que no caben componendas ni pactos de silencio. Las entidades que pretenden liderar las acciones en la sociedad no pueden permitirse cometer errores, ni parecer que lo han hecho. Si se producen fallos de fondo o forma, la más elemental precaución obliga a tomar determinaciones, que corten cualquier especulación.

En la Comunidad Valenciana se necesita urgentemente una acción regeneradora que replantee el posicionamiento de las entidades empresariales, su proyección de imagen y los sistemas de funcionamiento con la máxima independencia.

Los empresarios que, por lo que respecta a sus intereses, son defensores acérrimos de su libertad, todavía no han comprendido que estas exigencias sobrepasan el ámbito particular y han de trasladarse rigurosamente a la esfera colectiva. Muchos ven con disgusto que sus organizaciones de máxima representación aparecen en los medios de comunicación como susceptibles de haber incurrido en frivolidades. La información que respalda estas consideraciones no es casual ni imprecisa.

Los interlocutores sociales, culturales, políticos y económicos aportan a la sociedad la facultad de configurar su propia identidad. Si falla uno de estos componentes, el cuerpo social se resiente y se deteriora su imagen. La consecuencia más inmediata es la falta de credibilidad interna y las carencias en su capacidad de representación hacia el exterior.

La sociedad necesita recomponer la imagen de las entidades empresariales. Deberían colaborar los restantes interlocutores. Es un compromiso de todos, incluidos los actores políticos. Corresponde a los empresarios asumir la máxima responsabilidad para lograrlo sin vacilaciones. Aún se puede llegar a tiempo.

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