Repensando Cuba
Si la conveniencia de repensar la política de la UE hacia Fidel Castro podía parecer razonable a la vista del fracaso de la actual para mejorar la situación de los cubanos, la expulsión por el Gobierno castrista de un diputado del PP y dos colegas holandeses pondrá presumiblemente en el congelador el proyecto apuntado por Zapatero y el ministro Moratinos. Es poco probable que Bruselas esté dispuesta a aflojar su presión sobre un régimen que pone en el avión de vuelta a dos parlamentarios del país que preside por turno la UE.
Hace ya ocho años que, a propuesta de Aznar, la UE aprobó una posición común que condicionaba sus relaciones con el castrismo a la evolución de los derechos humanos en la isla. Castro nunca ha admitido un envite que, demagógicamente, calificó de seguidismo del imperialismo estadounidense. El desencuentro culminó el año pasado con el encarcelamiento de 75 opositores y el fusilamiento de tres secuestradores. Las sanciones de Bruselas y las represalias de La Habana han conducido a un callejón sin salida que en la práctica hace irrelevantes las misiones de la UE en Cuba, dada su incomunicación con el Gobierno ante el que están acreditadas. La situación adquirió tintes surreales en la recepción española ofrecida el 12 de octubre, donde figuraban algunos disidentes -finalmente descontentos con las palabras del embajador Zaldívar-, pero ningún representante gubernamental y pocos que tuvieran que ver con el mosaico real cubano.
Madrid ha pedido explicaciones por la inaceptable expulsión del secretario de relaciones internacionales del PP, una medida cantada desde el momento en que el diputado Moragas anunció su intención de entrevistarse con disidentes cubanos utilizando un visado turístico. Cuarenta y cinco años después de su llegada al poder, el régimen de Castro ha llegado a un insuperable punto de autismo. El dictador ejecuta y encarcela -algunas de sus víctimas llevan décadas en condiciones miserables- mientras envuelve su despotismo en conceptos pretendidamente progresistas.
Está por verse si un eventual acercamiento a Castro, que no ha dado el menor signo de estar dispuesto a medidas de apertura, es el mejor método para mitigar este estado de cosas. Algunos opositores cubanos creen que sí. Pero desde la perspectiva española no hay duda de que sólo se podrá ayudar a los cubanos mediante una política de Estado, en la que PSOE y PP debieran estar juntos. Las acciones de guerrilla partidistas, por bien intencionadas que parezcan, sobran en un contexto tan envenenado como el cubano.
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