Una oleada de nuevos (y decisivos) votantes
Los dos partidos hacen un gran esfuerzo de última hora por registrar votantes, aunque es el Partido Demócrata el que más confianza tiene en que los nuevos electores decidirán la presidencia
Quinientos treinta y siete votos. Ése fue el número de sufragios que decidió las elecciones en Florida en el año 2000. Menos de 600 personas otorgaron a George W. Bush la Casa Blanca y alejaron a Al Gore de la presidencia. Cada voto cuenta. Y los norteamericanos parecen haber despertado a esa realidad. El abstencionismo en Estados Unidos ronda tradicionalmente el 50%. Pero en unas elecciones que ya se consideran como una de las más reñidas de la historia, tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata arañan cualquier posibilidad de contar con todos y cada uno de los votos que puedan sumar a sus filas de aquí al 2 de noviembre. Los demócratas arañan más fuerte: creen que la mayor participación les favorecerá a ellos.
Se espera una participación superior a 2000. Entonces 600 votos dieron el triunfo a Bush
El registro está siendo más intenso en los Estados clave como Ohio y Florida
Los republicanos han usado las iglesias y las parroquias para llegar a la gente
¿Razones de los demócratas? Varias y de diverso calado. Desde el puro sentimiento de que los comicios de 2000 les fueron robados, hasta la costosa, en dólares y vidas, guerra de Irak, pasando por los más de 800.000 empleos perdidos durante la Administración de Bush. "La idea de un reclutamiento forzoso [para ir a Irak] me espanta", asegura Kurt Saukaitis, de 43 años. Saukaitis nunca antes había votado. Acaba de registrarse. "He sido muy perezoso", dice. Ahora cree tener poderosas razones para vencer a la pereza. Y a Bush. "Todo este dinero que se gasta en Irak supone que luego los ancianos no tienen unas medicinas que no pueden pagar".
Se ha incrementado en miles, en decenas de miles, en cientos de miles. Casi en un millón en algunos Estados. El registro engorda este año a medida que pasan las horas y se acerca el día en que se decidirá la presidencia. El número de personas que han decidido dar un paso adelante y registrarse -requisito imprescindible para votar- alcanza números no vistos antes en ninguna contienda electoral. Las campañas para registrar a la gente normalmente se hacían durante el mes de agosto y septiembre. Este año empezaron mucho antes y han acabado mucho después. A medida que se acercaba el día que finalizaba la fecha para inscribirse -fecha que ya ha llegado para la mayoría de los Estados, sólo seis permiten registrarse el mismo día electoral-, las oficinas de registro han duplicado, triplicado, cuadruplicado sus efectivos, según la organización independiente America Coming Together. Llamadas de teléfono, visitas a los hogares, a las lavanderías, a los supermercados. Trabajar contra el reloj. "Hemos usado tácticas de guerrillas", asegura un joven que recolecta registros para el Partido Demócrata. "Nos colamos en los centros comerciales y conseguíamos que las personas firmasen el formulario antes de que nos echasen los guardias de seguridad".
Ambos lados, republicanos y demócratas -ninguna de las dos plataformas da cifras-, han gastado lo nunca visto antes en buscar el voto frente a unas elecciones. Y han movilizado fuerzas en igual número: ingente pero desconocido. En Florida, el registro se ha incrementado en más de un millón con respecto a las elecciones de hace cuatro años, según datos oficiales. Nuevo México ha añadido al censo más de 100.000 nuevos votantes. Sólo el Condado de Clark, en Nevada, 190.000. La capital, Washington, ha sido inundada con 300.000 nuevas solicitudes para votar. En las áreas demócratas de Ohio, según un recuento de The New York Times, los nuevos registros desde enero se han incrementado un 250% sobre el mismo periodo en 2000. En comparación, sólo han aumentado un 25% en las áreas republicanas. Hay que recordar que ningún candidato republicano ha llegado a la presidencia sin ganar en ese Estado.
"Somos una nación de abstencionistas, y sea lo que sea que haga que eso cambie es muy positivo", asegura Page Gradner, codirectora junto a Chris Desser de la organización que moviliza el voto femenino Women Voice, Women Vote. Desser expone que los fuertes sentimientos que rodean esta batalla presidencial pueden hacer mucho más fácil el registro de los hasta ahora no votantes. "Tenemos un incremento tremendo de registros", dice en la misma línea Kay Maxwell, presidenta de la League Women Voters. "En el pasado nos emocionamos sobre lo que parecía un gran aumento de nuevos registros, pero parece ser que vamos a sobrepasar con mucho nuestros anteriores récords".
La participación puede superar la del año 2000, cuando votaron 105 millones de personas (de una población de 286 millones), lo que supuso el 51% de gente en edad de votar (más de 205 millones mayores de 18 años) y un 86% de los votantes registrados (que eran 156 millones). Incluso podría superar el porcentaje del 58% en los comicios de 1992, que llevaron a Bill Clinton a la Casa Blanca, según Curtis Gans, del Comité de Estudios sobre el Electorado Americano. "Ésta es la elección más emocionante que probablemente hemos tenido desde 1968", dice Gans. Parece ser que el presidente Bush se ha convertido en "azote" de los abstencionistas, puntualiza. Y hay más. Según John Zogby, responsable de una compañía que desarrolla encuestas electorales, si el registro sigue al alza y si los jóvenes norteamericanos mantienen su entusiasmo hasta el día de las elecciones, las cosas pintarán muy mal para Bush. "Si se da una gran participación, especialmente de jóvenes, podríamos estar ante la victoria de Kerry", informa.
Pero tan importante como conseguir que se registrasen los nuevos votantes ha sido identificar a los futuros sufragistas. Cuanto más se supiera de la gente, mejor. Cuanto más se conociera de su perfil, más fácil sería hacerles ir a votar. Las armas para este último objetivo han sido de dos tipos. Tan antiguas como carteles y panfletos. Tan del nuevo milenio como bombardeo de correo electrónico y bases de datos en ordenadores. Pueden llegar a conocer a una persona tan bien como ella misma: saben lo que votaron en el pasado, saben los asuntos que les interesan, los que les preocupan, a qué iglesia asisten -si es que asisten-, e incluso qué hacen durante el fin de semana.
Y a partir de ahí, fueron a por ellos. La campaña que ha hecho el equipo de Kerry es la mayor de la historia de los demócratas: sólo durante el fin de semana pasado planeaban llamar a la puerta de un millón de hogares en 20 Estados. Los republicanos han usado las iglesias como medio de llegar a la gente. Y despertó cierta controversia cuando usaron las parroquias como base del reclutamiento.
Y si cada voto cuenta, hay que ir a buscarlo. Y allí es donde han ido los candidatos a presidentes. Miles fueron los que dieron la bienvenida a John Kerry en Newark, en el Estado de Nueva Jersey, cerca de la ciudad de Nueva York. Celebraron a lo grande lo que los más viejos del pueblo calificaron de un hito. Ningún aspirante a la presidencia pisaba aquellas tierras desde que lo hizo el candidato William Henry Harrison en 1840.
En Portsmouth, un deprimido rincón del sureste de Ohio, recibieron la visita de George W. Bush el mes pasado. Todo fue algarabía. No era para menos. Después de todo, Bush era el primer presidente que visitaba el pueblo desde que lo hiciera Herbert Hoover en 1932.
Con sus 20 votos electorales, Ohio es uno de los tres Estados -junto con Pensilvania (21) y Florida (27)- que los estrategas de cada campaña consideran que determinarán las elecciones. Ésa es la razón última por la que los votantes de Ohio han sido bombardeados 82.000 veces desde el mes de marzo con anuncios electorales en televisión, según cifras del grupo Campaign Media Analysis. Ni punto de comparación con los anuncios pasados en otros Estados, inferiores en cifras de miles.
"Cuanta más gente se dé cuenta de que su voto es importante, mucho más agresivas se van a volver las campañas para obtener esos votos", asegura Doug Chapin, el director de Electionline.org, una organización que controla el voto. Demócratas y republicanos llevan ya semanas intercambiando acusaciones sobre intentos de manipulación del voto. La historia electoral norteamericana tiene algunos antecedentes turbios. El anecdotario de incidentes recoge que en 1888, Grover Cleveland y Benjamín Harrison contrataron a gente para que votara una y otra vez a favor de cada uno de ellos; Lyndon Johnson fue elegido para el Senado porque sus seguidores rellenaron las urnas en Alice, Tejas; personas fallecidas y máquinas manipuladas ayudaron a John F. Kennedy a vencer a Richard Nixon en 1960. El presidente Dwight D. Eisenhower urgió a Nixon que pidiera un nuevo recuento, pero Nixon no lo hizo. Temía que se pudiera ocasionar una "crisis constitucional" de calado suficiente que "dividiera al país en dos".
Las acusaciones sobre la pulcritud electoral son un ejemplo de los nervios de un final de campaña muy ajustado. Unos días finales a los que cada partido llega con las cuentas muy precisas sobre cuántos votantes ha registrado para poder ganar. Sólo falta por saber cuántos de esos registrados se abstendrán el día 2 de noviembre.
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