Claroscuros en un nuevo 'bistrot' de Barcelona
FERNÁNDEZ se ha convertido en local de moda con su propuesta de cocina mediterránea
Fernández, apellido materno del propietario de este establecimiento, sirve de paradójico reclamo a un nuevo espacio de diseño situado en el mismísimo paseo de Gracia de Barcelona. Un local cosmopolita en el que Javier de las Muelas, profesional que regenta en la ciudad otros lugares de éxito (Casa Fernández, Nick Havanna, Gimlet), ha sacado a relucir toda su sensibilidad para poner a punto un bistrot de estilo posmoderno. Restaurante fashion de grandes dimensiones y precios contenidos donde todos los detalles, desde la intensidad de la iluminación (se ve la comida pero no las arrugas) hasta el perfil de las recetas han sido pensados al milímetro.
Quienes observan de cerca las últimas tendencias en las grandes ciudades europeas saben que el gusto urbano apunta en una dirección femenina. En la carta del nuevo Fernández, el apartado dedicado a pescados y carnes es intencionadamente breve para satisfacer a colectivos que se inclinan hacia los platos ligeros: entrantes y tapas para compartir, ensaladas y recetas con huevos. De ahí el auge de las comidas desenfadadas que con frecuencia se circunscriben a un único plato.
FERNÁNDEZ
Paseo de Gracia, 116. Barcelona. Teléfono 932 38 48 46. No cierra ningún día. Precio aproximado por persona, entre 35 y 40 euros. Buñuelos de bacalao, 5,75 euros. Huevos fritos con chipirones, 13,00 euros. Solomillo a la plancha con 'foie-gras', 21,50 euros. Copa de tiramisú, 4,80 euros.
Pan ... 4
Café ... 6,5
Bodega ... 6
Servicio ... 6
Ambiente ... 9
Aseos ... 8
Tapas y platos de huevos
En el nuevo Fernández, el marco supera con creces a la comida, mediterránea de tipo medio, pensada para atender a 200 comensales. No es de extrañar que con el comedor lleno las esperas lleguen a ser largas. Por supuesto, las tapas, entre las que figuran las anchoas, el jamón ibérico, la cecina o los calamares rebozados, tienen un peso importante. Resulta agradable la cebolla de Figueres en escabeche; correctas las alcachofitas fritas, y suaves los buñuelos de bacalao. En cambio, la coca tostada con tomate es impresentable. La vieja devoción del patrón por los platos de huevos se traduce en varias sugerencias que incluyen los fritos con patatas y los escalfados con butifarra negra y foie-gras, demasiado contundentes. En la misma línea de correcta discreción se encuentran la ensalada de berros con pipas, así como la de habitas con calamares.
A la hora de confeccionar el menú conviene tener en cuenta las sugerencias del día. No están mal los canelones de rabo envueltos en pasta china, versión atípica; es incomestible el bacalao a la crema de idiazábal, absolutamente reseco; sabroso el carpaccio de manitas de cerdo, y carente de autenticidad y algo grasiento el arroz con setas.
TECNOLOGÍA Y ARTE
A PESAR DE sus enormes dimensiones, el nuevo Fernández, restaurante de lujoso vanguardismo, posee un encanto innegable. En la parte superior, la gran sala desemboca en cristaleras espaciosas desde las que se contemplan las cocinas. En la inferior, un comedor que se subdivide en tres ambientes, las mesas para grupos, la biblioteca que recuerda a un club privado, así como el reservado. Y en todos los rincones, bien insonorizados, una insólita mezcla de alarde tecnológico y sensibilidad artística capaz de fusionar una iluminación computadorizada con cuadros de Miquel Barceló o Chillida.
En el sótano del edificio se almacenan contingentes de cerveza no pasterizada en depósitos de 1.000 litros, que la marca San Miguel suministra por camiones. Se trata de una variedad interesante, suave y poco carbónica, con la que se sirven las cañas de la casa. Tampoco está mal la lista de vinos, algo errática aunque suficiente y de precios aceptables, en la que figuran entremezcladas marcas españolas, francesas, australianas y húngaras.
Y como complemento, varios generosos por copas para acompañar los postres.
En el repertorio goloso, algunos altos y bajos. El surtido de chocolate blanco y negro en distintas texturas es bueno. Lo mismo que el hojaldre crujiente de manzana con helado de vainilla, muy delicado. Sin embargo, en el tiramisú en copa, vago remedo de la fórmula original, el queso mascarpone se reemplaza por un queso de crema que vulgariza la fórmula.
Otro apartado con interés es la carta de tés, que contiene hasta
13 refinadísimas variedades. El café no está mal, pero el pan es deplorable.
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