Elogio de la técnica
La obra de Walter Benjamin, el filósofo errante de la llamada "escuela de Francfort", se compone de dos trabajos unitarios: una tesis malograda que, no obstante su fracaso como ejercicio para la habilitación académica de su autor, habría de tener una imprevisible influencia en el neoestructuralismo norteamericano a través de Paul de Man; y un estudio sobre los orígenes del drama barroco alemán. El resto de su ingente producción escrita lo componen pequeños ensayos, anotaciones, diarios y dietarios incompletos, glosas, reseñas, apuntes y garabatos teóricos, donde se encuentra de todo: desde un ensayo sobre los juguetes y otro sobre la violencia hasta un estudio sobre Baudelaire o sobre el coleccionismo de Fuchs y otro sobre la filosofía de la historia, junto a una nota sobre el destino y otra sobre la tarea del traductor, sin olvidar los protocolos que resumen sus tentativas con las drogas, que el desaparecido Jesús Aguirre, cuando dirigía la editorial Taurus, tradujo y compendió bajo el título Haschich.
SOBRE LA FOTOGRAFÍA
Walter Benjamin
Traducción y edición
de José Muñoz Millanes
Pre-Textos. Valencia, 2004
154 páginas. 11 euros
Benjamin era un hombre tan brillante como incontinente y desordenado en cuestiones espirituales, y tan poco sistemático como lúcido en la observación de los signos, quizá porque en los tiempos en que le tocó pensar y estudiar, sólo había dos alternativas para un intelectual como él: el compromiso militante en favor o contra el fascismo (o el estalinismo), o la huida permanente de un territorio a otro, de un campo de problemas a otro. Huida o errancia que, en su caso, terminó de forma trágica en 1940 cuando, sintiéndose acorralado en la frontera sur de Francia en su intento de escapar a Estados Unidos a través de España, se suicidó.
La prosa de Benjamin tiene la virtud -o el defecto, según se mire- de ser incidental. Pero así como está determinada por la ocasión o por un interés pasajero, es minuciosa y obsesiva en los detalles, pródiga en referencias cultas, tanto como es confusa e intrascendente en las conclusiones. Puede resultar irritantemente oscura cuando se ocupa de religión o de metafísica y, en cambio, posee una enorme sugestión cuando habla de literatura o de arte, dos ámbitos en los que Benjamin era muy lúcido. De hecho, la noción actual de "modernidad" se apoya en un puñado de observaciones marginales benjaminianas a propósito de Baudelaire. Benjamin era -o se consideraba a sí mismo- marxista, pero sus verdaderos númenes intelectuales fueron Novalis y el círculo que formaban los hermanos Schlegel.
Como ellos, no puede ser catalogado como filósofo, ni como investigador o erudito, sino como un diletante genial, que bien podría servir como paradigma de cierta escritura contemporánea reconocible en el ensayismo europeo posterior a la Segunda Guerra Mundial. En Italia ha producido una tradición explícita (Magris, por ejemplo) y unos cuantos epígonos (Agamben, entre muchos otros); y en su adorada Francia, identificación.
La relación de Benjamin con
Francia no es casual. Como la mayoría de los intelectuales alemanes contemporáneos marginados por el fascismo, era un afrancesado. Se puede comprobar su pasión francesa en la Pequeña historia de la fotografía incluida en este volumen, donde no sólo se hace tributo a la fotografía como artilugio francés sino que, por añadidura, se dan las claves centrales de la obra que muchos años después Roland Barthes dedicaría a este arte inquietante (La cámara lúcida: nota sobre la fotografía, Paidós, 1990). En las anotaciones de Benjamin está casi todo Barthes: la idea de la fotografía (o, más exactamente, del daguerrotipo), como turbador testigo de una presencia, un ahí perdido; y, sobre todo, la tesis del punctum, el elemento de azar que, en la más fría de las instantáneas, según mantiene Walter Benjamin, permite al observador recuperar el aura perdida de la escena y, de paso, rescata la fotografía de su medianía técnica y la consagra como arte. Véase, además, el comentario sobre la levita en el extraordinario retrato del filósofo Schelling que se reproduce aquí.
Casi todos los textos que se incluyen en este volumen han salido publicados en versiones de Jesús Aguirre, K. Wagner y H. A. Murena, en distintas ediciones anteriores. La presente -sin prólogo ni estudio preliminar- no da razones que justifiquen la redundancia. Si acaso, merece la pena recomendar la lectura de estos ensayos para comprobar cuánto tienen de pertinentes (o cuánto han envejecido) respecto de una época, como la nuestra, en la que una parte considerable del arte contemporáneo viene en soporte fotográfico.
Por lo mismo, interesa comprobar cómo el célebre y archicitado ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica ha dado lugar a una tradición exegética -la reivindicación nostálgica del aura- que es paradójicamente opuesta a la tesis original de su autor. Lo cual demuestra que la idea de Walter Benjamin era ambivalente o su exposición, confusa; o bien que una enorme mayoría de los que lo citan simplemente no lo han leído. Buena ocasión entonces para ponerse al día.
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