Todo contra ellas
La sharía se aplica con todo rigor, aunque con ciertas diferencias, en el norte de Nigeria, en Sudán, Kuwait, Yemen, Irán, Afganistán, Pakistán
y Arabia Saudí. El motor determinante es este último país, que mediante una enorme red de mezquitas expande por el mundo el wahabismo (interpretación rigorista del Corán y sobre todo de la recopilación tradicional de los Hadiths o Dichos del Profeta).
Aunque la sharía golpea a los culpables de asesinato o robo, la mujer es el principal blanco de los castigos. Desde la imposición del burka en Afganistán a la lapidación en Nigeria o los latigazos en Emiratos, las mujeres más pobres sufren las consecuencias. So pretexto de protegerlas de peligros, según diversos informes internacionales, se las somete a una coacción constante. En el ámbito familiar, incluso en países no caracterizados por un código claramente represivo, como Jordania, están a la orden del día los asesinatos de mujeres a manos de maridos, padres o hermanos que quieren castigar los intentos de ellas por tener una mínima libertad. Según la ONU, al menos 31 países aplican penas físicas, que afectan sobre todo a población femenina.
Al socaire de tradiciones, impera por doquier la ley del embudo. En Bangladesh, se arroja ácido a la cara de las mujeres en nombre del honor masculino. En Pakistán, en 2003 una maestra rural, Mujtar Mai, fue condenada por un consejo popular a ser violada en venganza por cuatro hombres de casta superior, cuya hermana había tenido relaciones con un hermano de la acusada. El chico fue sodomizado, y Mujtar, violada y arrastrada desnuda por la aldea. Pero, en vez de suicidarse, les llevó a juicio. El Gobierno laico de Musharraf les encarceló e indemnizó a Mujtar. Con el dinero, ella fundó una escuela para niñas. Pero cuando solicitó al Estado una ayuda para material escolar, le fue denegada. Hoy los hermanos de los condenados confían en que salgan de la cárcel y han jurado matar luego a Mujtar y a toda su familia.
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