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Columna
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Sajarov en Cuba

El Gobierno español ha decidido rectificar su reciente decisión de no invitar a miembros significativos de la oposición cubana a la recepción que hoy se celebra en nuestra Embajada en La Habana con motivo de la Fiesta Nacional. Hoy, por tanto, acudirán a la Embajada de España algunos de los hombres y mujeres que creen en un futuro en libertad para Cuba y tienen el coraje de luchar a cara descubierta contra un régimen que en su carrera hacia cotas mayores de miseria moral ya sólo compite con Corea del Norte. En las últimas semanas han surgido insistentes rumores de que el nuevo Gobierno español proyecta un giro en su política hacia La Habana, que se vieron confirmados en una respuesta parlamentaria del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en la que abogaba por buscar nuevas fórmulas, ya que la congelación de la actividad diplomática es "una medida irracional que no va a ninguna parte". Y los disidentes invitados en pasados años no habían recibido invitación alguna hasta hace unos días, cuando todos los demás invitados ya la tenían en su poder. Muchos ya no la esperaban. Otros, como el poeta Raúl Rivero y decenas de opositores que literalmente se pudren en las cárceles de la isla, no la esperaron en ningún momento.

El motivo de tanta duda hamletiana a la hora de seleccionar invitados no es otro que el boicot impuesto por las autoridades cubanas a toda recepción en embajadas en La Habana a las que acudan miembros significados de la oposición. El régimen de Fidel Castro no sólo persigue implacablemente a todos los que luchan pacíficamente por acabar con la pesadilla en que se ha convertido hace ya décadas. También quiere arrebatarles el mínimo reconocimiento a la dignidad que ellos tienen y de la que tanto carecen los funcionarios del partido y del Estado cubano, que con su ausencia quieren chantajear a España y a todos los miembros de la Unión Europea. Los demócratas bajo una dictadura saben muy bien lo que supone para su lucha el apoyo constante y consecuente de las democracias fuertes del mundo. Lo saben las sociedades del Este europeo, pero también los españoles debieran acordarse de la protección recibida durante el franquismo y los socialistas debieran recordar más a Olof Palme, a Willy Brandt y a Bruno Kreisky cuando caen en la tentación de supuestos pragmatismos en su relación con satrapías, caribeñas o no. Vaclav Hável, perseguido, encarcelado y amenazado de muerte por el régimen comunista, debe su vida a la continua solidaridad de las democracias. El inolvidable Andréi Sajarov habría muerto como un perro en prisión si el Kremlin no hubiera sido consciente de que millones de demócratas en todo el mundo velaban por su suerte. Hoy Sajarov es Raúl Rivero.

Es cierto que no ha habido avances en las relaciones con Cuba. También lo es que se debe a que el régimen ceja en su política de represión y aniquilación del adversario político. Cualquier tentación de ganarse las simpatías de esta dictadura cediendo a sus exigencias e ignorando a sus víctimas se califica por sí sola. Difícil va a ser convencer a nadie de que, a estas alturas de la tragedia y farsa del comunismo cubano, el Gobierno español va a lograr dulcificar la tiranía otorgándole cariño y diálogo mientras abandona a su suerte a los demócratas. Quien otorga respeto a un régimen como el de La Habana está cerca de que se lo pierdan a él. Es realmente inverosímil -pero cierto- el hecho de que aún exista gente, más allá de los amamantados por el régimen, decidida aquí a creerse y convertir en política de Estado esa monserga de que Castro se porta mal porque está aislado y que algo de compañía de la izquierda europea lo induciría a reformas conmovedoras. Y que quien critique al régimen por algo más que por alguna chapuza es un lacayo de Bush, un reaccionario y quizás legionario de Cristo. Éste es el mensaje de esa "oposición moderada", con Eloy Gutiérrez Menoyo a la cabeza, esos disidentes que sólo disienten de quienes, unos en las cárceles o en el exilio y otros hoy en la Embajada de España, no han convertido la mentira en su medio de vida. Así se reparten los papeles quienes encarcelan a la disidencia y quienes, elevados a los altares del Zeitgeist y la corrección política, la difaman.

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