El Nobel premia a dos expertos en coyuntura y política económica
El estadounidense Prescott y el noruego Kydland han sido innovadores en la teoría de los ciclos
Los investigadores Finn Kydland -de 60 años, nacido en Noruega, aunque nacionalizado estadounidense- y Edward Prescott -estadounidense, de 63 años- fueron ayer galardonados con el Premio Nobel de Economía por sus investigaciones sobre las relaciones entre las oscilaciones de la coyuntura y las decisiones de política económica. Sus áreas de trabajo han rondado siempre sobre estos temas, que son centrales en la investigación de la macroeconomía.
La Real Academia de Ciencias de Suecia apoyó ayer la decisión de otorgar el Premio Nobel a Finn Kydland y a Edward Prescott en "la contribución a la teoría de la dinámica macroeconómica, la consistencia de las políticas económicas en el tiempo y las fuerzas que impulsan los procesos de coyunturas". Los economistas premiados han realizado aportaciones fundamentales en esos campos, con gran significación no solamente para el análisis macroeconómico, sino también en relación con las políticas monetarias y financieras.
En cuanto a la consistencia de las políticas económicas, Kydlan y Prescott mostraron cómo los efectos de las expectativas sobre futuras políticas económicas pueden dar origen a problemas de consistencia en el tiempo en las decisiones políticas. Si quienes adoptan las decisiones económico-políticas no tienen la posibilidad de maniobrar anticipadamente respecto a las reglas del juego, encontrarán a menudo dificultades para llevar a la práctica las políticas más deseables. Los economistas premiados formularon una explicación conjunta sobre procesos que han sido interpretados como políticamente fracasados. Por ejemplo, cuando la economía muestra una alta inflación pese a que el objetivo de la política monetaria es la estabilidad de precios.
Estas aportaciones de Kydland y Prescott han sentado las bases de una investigación sobre la credibilidad de determinadas políticas económicas y su viabilidad política. Y, por añadidura, han planteado la discusión sobre las políticas económicas prácticas, desde medidas particulares hacia políticas encuadradas en los marcos institucionales.
Las investigaciones de los laureados han aportado una dirección completamente innovadora en la teoría de los cambios de coyuntura a través de su integración con la teoría del crecimiento económico. Hasta ahora, las investigaciones ponían el énfasis en las perturbaciones económicas de la demanda, mientras que Kydland y Prescott señalan que la oferta tiene mayor importancia.
Los modelos de coyuntura anteriores se basaban en general en la histórica relación entre las variables macroeconómicas. Turbulencias económicas como la crisis del petróleo, combinadas con alta inflación y paro. Estos economistas han formulado un modelo más sólido a través de considerar la coyuntura como el resultado de un conjunto de múltiples factores y decisiones tanto en el ámbito privado como empresarial, las inversiones, el consumo, la oferta de trabajo, etcétera.
Nacido en 1943 en Noruega, Kydland cursó estudios en la Escuela de Negocios de Bergen, de su país, y obtuvo su doctorado en Economía en 1973 en la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh, en la que ahora es profesor, al igual que en la Universidad de California (Santa Bárbara), ambas en Estados Unidos. Kydland se encontraba precisamente ayer en ese centro docente de Bergen cuando conoció la noticia del premio, lo que hizo que diera por terminada la conferencia a los alumnos allí presentes, en medio de un aluvión de felicitaciones. Por su parte, Edward C. Prescott, de 63 años, que también obtuvo su título en la Carnegie Mellon, trabaja como asesor del Banco de la Reserva Federal de Minneapolis después de haber enseñado en Pittsburgh, en la Universidad de Minnesota y en la Universidad de Chicago.
Los Nobel -cada premio está dotado con 10 millones de coronas suecas (1,1 millones de euros)- se entregarán, según la tradición, el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de Alfred Nobel, quien fundó sus premios para resarcir a la humanidad del infortunio causado por ciertos inventos, como el suyo propio: la dinamita.
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