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ELECCIONES EN AFGANISTÁN

Karzai confía en lograr una mayoría suficiente para no depender de los 'señores de la guerra'

La incógnita ahora es saber si el éxito de los comicios romperá el sistema anacrónico del país

Ángeles Espinosa

"Espero lograr el 65% de los votos", confíó Hamid Karzai a uno de sus visitantes días antes de la votación presidencial. La cifra no es aleatoria. El presidente del Gobierno afgano de transición sabe que, si no logra una mayoría amplia en la primera vuelta, su capacidad de maniobra frente a los señores de la guerra y los narcotraficantes será muy limitada. Y ésa es precisamente la mayor incógnita de las elecciones presidenciales que se celebraron el pasado sábado: saber si van a permitir romper con el sistema que ancla Afganistán en el pasado.

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"Señor de la guerra es una expresión muy dura", matizó Karzai a un periodista durante un reciente viaje a Estados Unidos; "yo prefiero llamarlos líderes regionales". Era la respuesta de un político que se sabe en la cuerda floja. A pesar del respaldo internacional, Karzai se encuentra solo a la hora de plantar cara a esos señores feudales que controlan desde la seguridad hasta el narcotráfico. Ni las tropas norteamericanas ni mucho menos la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) van a acudir a desalojar a los milicianos de esos poderosos comandantes.

Pero es que, además, la realidad afgana es mucho más compleja. Tal vez no pueda echarse en el mismo saco a todos esos jefes militares locales que se hicieron su parcela de poder en la lucha contra el invasor soviético o en el caos que siguió a su retirada. "Los dirigentes muyahidín son héroes de la resistencia", defienden muchos afganos. "Son criminales de guerra", aseguran otros muchos. Conciliar ambas posturas requiere mucha cintura política en un país que aún no ha cerrado las heridas de varias guerras civiles consecutivas.

Colaboración en seguridad

"Algunos colaboran en mantener un entorno de seguridad en las regiones que controlan", admite una fuente cercana al general francés Jean-Louis Py, máximo responsable militar de ISAF. Py se ha entrevistado con todos los comandantes en el norte de Afganistán, su zona de responsabilidad además de Kabul. La misma fuente admite que los lazos que eso crea puede dificultar más tarde la capacidad del futuro presidente para librarse de ellos.

"Tal vez haya que incorporarlos al proceso con unas normas muy estrictas, como el total desarme de sus milicias y una verificación exhaustiva de que respetan los derechos humanos", admite un embajador europeo. La comunidad internacional está dividida. "Mientras esos criminales de guerra sigan en el poder, la democracia no va a encarrilarse", rebate otra fuente diplomática. "Me repatea ver cómo [Rachid] Dostum y [Yunis] Qanuni utilizan la legalidad para cuestionar el proceso electoral", se duele un asesor político occidental que, no obstante, admite que prefiere verlos implicados en el juego político que recurriendo a las armas.

Karzai, que hoy tiene 46 años, huyó al exilio con su familia en 1979, cuando los tanques soviéticos entraron en Afganistán. Desde Pakistán, colaboró en financiar y armar a los grupos de resistentes de la región de Kandahar, de la que es originario. De hecho, tras la retirada soviética, llegó a ser viceministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno de Burhanudín Rabbani, pero lo abandonó en cuanto vio que las luchas faccionales comenzaban a destruir el país.

Volvió a refugiarse en Quetta (Pakistán), desde donde inicialmente apoyó al movimiento talibán, con la esperanza de que pusiera fin al caos. En pocos meses se distanció de ellos y, en 1997, ya estaba trabajando para desalojarles del poder. Miembro, como la mayoría de los talibanes, de la etnia pastún, mayoritaria en Afganistán, esa actividad le legitimó cuando se produjo su expulsión del poder por los bombardeos estadounidenses.

Jefe de la tribu popalzai

Desde el asesinato de su padre en 1999, al parecer por agentes del régimen talibán, Karzai es el jefe de la tribu popalzai. De familia monárquica y con tradición de trabajar en la Administración, el que será primer presidente democrático de Afganistán ha estado toda su vida volcado en la política. Hasta el punto de que se casó muy tarde para las costumbres locales, pasados los cuarenta.

Para lo que seguramente no le prepararon sus estudios de Ciencias Políticas en India es para convertirse en uno de los jefes de Estado más protegidos del mundo. Rodeado de Rambos de DynCorp, la empresa de seguridad privada estadounidense que le custodia, se ha convertido en un rehén de sí mismo. "Me sigue gustando pasear y reunirme con la gente, pero ahora resulta tan complicado que he renunciado a hacerlo", ha confesado a los afganos. Dos intentos de asesinato en septiembre de 2002 en Kandahar y, hace un mes, en Gardez justifican tantas precauciones.

Hamid Karzai saluda a los periodistas en Kabul.
Hamid Karzai saluda a los periodistas en Kabul.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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