Karzai logra celebrar su primer mitin en la recta final electoral
El presidente afgano intenta tomar contacto con el pueblo antes de las elecciones
"Os pido vuestro voto libre, sin presiones", gritó Hamid Karzai a la multitud congregada para verle ayer en Ghazni, 134 kilómetros al sur de Kabul. Era su primer mitin, justo en el penúltimo día de la campaña electoral. Un intento anterior, a primeros de septiembre, en Gardez, tuvo que ser cancelado por razones de seguridad. Sin embargo, el esfuerzo desplegado en los últimos días por el resto de los candidatos, en especial Yunus Qanuni, ha obligado al presidente afgano a tomar contacto con el pueblo.
Sin duda, los asesores de Karzai consideraron que Ghazni era una capital de provincia lo suficientemente segura. El gobernador, Asadullah, ha declarado su apoyo al presidente en las elecciones del próximo sábado. "Tiene motivos para estar contento", confía con preocupación a esta enviada un alto funcionario de la ONU. La fuente, que pide el anonimato, se refiere al contrato de los hombres de Asadullah con la empresa de seguridad privada estadounidense USPI.
Esta compañía de Tejas es la encargada de proteger la construcción de la carretera que une la capital afgana con Kandahar, la principal ciudad del sur del país. Y qué mejor auxilio que comprar la lealtad de la principal milicia de la zona. "A nosotros nos está impidiendo cumplir los plazos previstos para el desarme", explica el responsable, "desde que trabajan para los americanos los hombres de Asadullah se han vuelto intocables". En esas condiciones, parece difícil que la votación vaya a ejercerse en libertad.
El caso sería anecdótico si no revelara una pauta de comportamiento que cada día distancia más los planes de la ONU para devolver el poder a la sociedad civil de lo que realmente sucede sobre el terreno. "Karzai está utilizando a los señores de la guerra pequeños y medianos para librarse de los peces gordos", manifiesta el funcionario, consciente del riesgo de desestabilización del proceso a medio y largo plazo. La idea de la ONU era, por el contrario, haber ido a la cabeza, en la convicción de que las piezas menores caerían por sí mismas, una vez que hubieran perdido la protección de los grandes.
Apoyo integrista
El caso es que en Ghazni el apoyo al presidente provisional viene nada menos que de un fiel de Abdul Rasul Sayyaf, un integrista religioso que lideró uno de los siete grupos muyahidin contra los soviéticos y que están acusados de haber cometido graves violaciones de los derechos humanos. No es su única amistad peligrosa. El pasado domingo, Karzai recibió el respaldo del ex presidente Burhanudín Rabbani, otro islamista radical, quien le puso como condición "el respeto de los valores islámicos, el rechazo a las influencias extranjeras y la lucha contra la corrupción".
Los valores de estos aliados de conveniencia parecen casar mal con los de democracia y libertad que pretenden impulsar estas primeras elecciones presidenciales en la historia de Afganistán, y muchos dudan de la capacidad de Karzai para controlar el rumbo. Su mentor, Estados Unidos, mira para otro lado. "Le interesa mantener el statu quo, aunque eso signifique cierto grado de inestabilidad", defiende un observador occidental. Pero, a pesar de que la cita electoral sea una novedad en un país que en los últimos 25 años sólo ha conocido la guerra, los afganos son conscientes de lo que se juegan.
"La última vez que acudimos a las urnas fue en los setenta, durante el régimen de Nayib, para elegir al alcalde de Kabul", recuerda Kabir Nezamí, que, como la mayoría de los consultados en la capital, tiene claro que votará a Karzai. "No creo que pueda librarnos de los señores de la guerra, pero la poca estabilidad que tenemos se la debemos a él", asegura este profesor universitario, que se muestra esperanzado tras años de oscuridad académica. "Estas elecciones son nuestra última oportunidad", confía. El resto de los candidatos, o son poco conocidos o están demasiado vinculados con los señores de la guerra.
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