El dilema Wyatt
Un juez británico decidirá si los médicos dejan morir a un bebé en contra de su familia
Charlotte Wyatt nació tras sólo 26 de semanas de gestación. Aunque tiene ya once meses, sólo mide 53 centímetros y pesa 5,6 kilos, el peso de un bebé de tres meses. Su cerebro ha dejado de crecer y sufre una malformación cerebral, pulmonar y cardiaca que la ha llevado varias veces a la muerte clínica. Los médicos han logrado resucitarla una vez tras otra, pero se niegan a seguir haciéndolo. Creen que Charlotte sufre demasiado, que tendrá que vivir siempre "en una caja de plástico", que el único sentimiento que reconoce es y será siempre el dolor. No quieren condenarla a vivir.
Pero Darren y Debbie Wyatt creen que su hija es una luchadora, que mientras hay vida hay esperanza y que los médicos no pueden condenarla a morir. La decisión está en manos del Tribunal Superior del Reino Unido, donde ayer empezó la vista del caso. De acuerdo con la ley, los médicos pueden negarse a aplicar un tratamiento si consideran que eso es lo más adecuado. Pero si la familia no está de acuerdo con los médicos, la decisión final la debe tomar un juez. En esta ocasión será el juez Hedley, con amplia experiencia en dilemas éticos.
Charlotte nació a las 26 semanas de gestación y sufre malformación cerebral, pulmonar y cardiaca
En 2001 fueron los jueces quienes autorizaron a los médicos a separar a dos mellizas maltesas que estaban siendo tratadas en el Reino Unido. Los médicos aconsejaron la operación porque si no, con el tiempo, ambas morirían. Pero la separación conllevaba la muerte de una de ellas, Rosie, que vivía a través del corazón de Gracie. La familia se oponía a sacrificar a una de las mellizas en beneficio de la otra pero los jueces autorizaron la operación, de la que sólo sobrevivió Gracie.
En el caso de Charlotte Wyatt los médicos consideran que la criatura sólo conocerá el sufrimiento en vida. Jamás ha sonreído y su calidad de vida "es terrible y será permanentemente terrible", manifestó en la primera vista el abogado David Lock, representante del hospital St Mary's de Portsmouth. Según el hospital, Charlotte "está sedada, viviendo en una caja de plástico con un tubo en la nariz y asistida con oxígeno". "No tiene conciencia visual y no reacciona ante el sonido, no responde a las caricias y no demuestra que reconozca a las personas de su entorno familiar", sostiene un segundo médico citado por el abogado Lock. El hospital considera que si la pequeña Charlotte deja de respirar y su corazón se vuelve a parar, no deberían hacer nada para mantenerla con vida.
Pero Darren, de 32 años, que tiene tres hijos de 8, 12 y 13 años de un matrimonio anterior, y Debbie Wyatt, de 23, que está preñada de su tercer hijo, creen que si hasta ahora se ha ayudado a su hija a vivir debe seguir haciéndose lo mismo en el futuro. "Ha sido todo tan difícil para nosotros", se lamentaba ayer Debbie en The Times. "Sólo espero que el juez tome la decisión correcta. Queremos aprovechar todas las oportunidades que podamos tener. Tenemos la sensación de que estaríamos matando a nuestra hija si la dejamos ir", añadió.
Los Wyatt son originarios de Birmingham y hace relativamente poco que se trasladaron a Portsmouth. Adoptada a la edad de dos años, Debbie siempre quiso tener hijos y estaba encantada cuando se quedó en cinta por primera vez. Pero hacia el final del embarazo tuvo problemas de presión sanguínea y se tuvo que precipitar el parto de la criatura, Daniel, dos semanas antes de que ella saliera de cuentas. Debbie volvió a sufrir los mismos problemas cuando llevaba 26 semanas preñada de Charlotte. Los médicos detectaron que el bebé no estaba creciendo de manera adecuada porque no le llegaba suficiente sangre y decidieron practicar una cesárea de emergencia. Debbie, que ha dejado el trabajo debido al estrés, vuelve a estar embarazada.
El caso está siendo juzgado por el juez Mark Hedley, de 58 años, padre de cuatro hijos, lector de la Iglesia de Inglaterra y Chancellor de la diócesis de Liverpool. Su fe religiosa hace pensar que sus simpatías personales pueden decantarse más por el sufrimiento de los padres que por los argumentos de los médicos. Pero Hedley ha dictado ya sentencia en varios casos delicados en los que se conjugan la ética y la ley. De entrada, el juez decidió que el caso se viera en audiencia pública, dándole así más rango al debate sobre la cuestión en lugar de circunscribirlo a su mera autoridad.
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