Los dólares no compran primaveras
Para Václav Havel he tenido siempre el mayor respeto. Para los checos que lograron su bien llamada revolución de terciopelo, no sólo he sentido respeto, sino que me ha intrigado siempre la manera en que los cubanos podríamos lograr lo mismo para Cuba. Para los que hemos hecho la guerra, sabemos que el terciopelo es siempre mejor que el plomo que arranca vidas inútilmente. De manera que con Havel tengo afinidades que van más allá de esa manía que compartimos en cuanto al cigarrillo. Es por ello que la reciente reunión en Praga me ha llamado la atención. Allí se han reunido con el propósito de hablar de Cuba y reclamar libertades para la isla, en un foro inspirado por el propio Havel.
El loable deseo de este foro sería de agradecer si no fuera porque el mismo ha rehuido complejidades fundamentales en lo tocante a Cuba.
La revolución cubana, que culminó en 1959, llegó al comunismo y a su alianza con Moscú, no por la fuerza de los tanques soviéticos, ni como resultado de la II Guerra Mundial. Dicha alineación, condenable para mí como denodado opositor a este régimen, ocurrió en el marco de la guerra fría, en lo que el Gobierno cubano desesperaba en sus esfuerzos por subsistir en medio del histórico asedio militar, subversivo, económico y moral por parte de EE UU.
Nada de esto constituye una excusa, al menos para nosotros, en cuanto a la naturaleza totalitaria del modelo que se asumió por entonces. Nada de ello justifica tampoco los errores que se cometieron aquí, ni los abusos contra los derechos humanos que han continuado, incluso tras la desaparición del comunismo de corte soviético.
Pero es también de importancia para nosotros, en Cambio Cubano, recordarle a los amigos checos que equivocan sus intenciones al compartir el evento con personas que, lejos de responder a la nación cubana, sirven de asesores, intrigantes y virtuales criados de los sectores más extremistas de los servicios de inteligencia norteamericanos, voceros de las corrientes más elitistas del peor neoliberalismo, defensores de la ilegal guerra en Irak y auspiciadores de inescrupulosos planes de desestabilización contra Cuba.
Václav Havel no es un neófito. Dramaturgo de lustre, se trata de un hombre de la cultura que llegó al poder en Praga tras el pronosticable derrumbe del comunismo en Europa. Sus textos sobre la muda complicidad que se forja entre victimario y víctima en las sociedades cerradas representan enseñanzas generosas. Sin embargo, su apreciación del asunto cubano ha desconocido las cruciales diferencias existentes entre el proceso checo y la historia cubana, en cuyo centro se ubican, de manera perjudicial, dos factores inexistentes en el caso checo. Me refiero al diferendo entre los Gobiernos de EE UU y Cuba, así como el notorio y ya más que centenario drama que representa la constante lucha de Cuba y su pueblo por su independencia frente a los afanes hegemónicos de ciertos sectores que deambulan en las tinieblas de nuestro vecino del Norte.
Ha equivocado sus mejores deseos este evento de Praga al mezclar en el mismo a personajes de la extrema derecha europea, algunos de los cuales han contribuido al indeseado y peligroso clima bélico de los últimos tiempos.
Para la oposición independiente en la isla siempre es útil el reclamo de libertades y se hace ético el pedido de excarcelaciones. Hemos pedido una amnistía y no cesamos de pedir la salida de presos, hecho que aplaudimos en cada gesto de buena voluntad de los que ha dado gradualmente este Gobierno en las últimas semanas.
De igual manera, rechazamos la ingenuidad -aparente o real- de quienes sirven a una campaña orquestada con el turbio empeño de revelar un solo lado de nuestro complicado asunto, en medio de una cruda campaña que se compone de leyes y medidas para dividir aún más a las familias cubanas, así como presupuestos millonarios que lastran la independencia de los opositores.
Lamentable es también que no se dijera una palabra en Praga sobre las horas difíciles que atraviesa el pueblo cubano luego del azote, directo o parcial, de los recientes huracanes. Un llamamiento a la generosidad internacional hubiese sido mucho mejor que un foro donde Cuba fue, para no pocos, otro sinónimo de lucro.
Por último, un recordatorio: las primaveras no se crean artificialmente. Ni se compran con dólares.
Eloy Gutiérrez-Menoyo es presidente de Cambio Cubano.
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