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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cuatro años después

El mortal atentado contra un líder militar de Hamás en Damasco, en una operación de los servicios secretos de Israel el pasado domingo, es otro desgarro en el triste cuadro de Oriente Próximo, justo cuando se cumplen cuatro años del inicio de la segunda Intifada, que ha causado ya más de 4.300 muertos. A esa lista se sumaron ayer dos niños israelíes víctimas de cohetes de Hamás y siete palestinos a manos del Ejército israelí. Está claro que sólo la coexistencia de dos Estados (Israel y Palestina) acabará con el terrorismo en la región y no soluciones impuestas por la fuerza, algo que la Administración de Bush debería entender. La Hoja de Ruta es historia pasada, y a la espera de lo que deparen las próximas elecciones estadounidenses, sólo hay una certeza: la voluntad de Sharon de continuar con su decisión unilateral de retirarse de Gaza, que no satisface las exigencias palestinas. El "asesinato selectivo" del pasado domingo tuvo lugar en Damasco, fuera de los territorios ocupados. Israel apunta ahora a Siria y le acusa de fomentar las actividades terroristas de los grupos radicales palestinos.

Resulta evidente que el Gobierno israelí va a mantener esa línea de asesinatos selectivos, envalentonado por la comprensión de EE UU. El líder espiritual de Hamás y su sucesor fueron eliminados la pasada primavera en Gaza, pero eso no sirvió para acabar con la violencia. Los israelíes justifican su conducta por la falta de voluntad de la Autoridad Palestina para desmantelar las redes del terrorismo. Sin embargo, es cuestionable que la estrategia de debilitar con este tipo de acciones a Hamás y otros grupos reporte frutos a medio plazo antes de que el año próximo se produzca el repliegue de Gaza y el desmantelamiento de los asentamientos judíos como contempla el plan Sharon.

Damasco afirma que está cerrando sedes de grupos terroristas palestinos. El Gobierno sirio ha condenado el asesinato del activista de Hamás, pero es consciente de que poco puede hacer, como no sea amortiguar la humillación infligida por Israel. Siria ya no es la influyente potencia árabe de antaño, y ahora se acomoda a las circunstancias y trata de no irritar a EE UU.

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