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Reportaje:

La dinastía de los Mubarak

El presidente de Egipto sitúa a su hijo al frente de un plan de reformas económicas ante una eventual sucesión en el poder

Juan Carlos Sanz

Tras la muerte de Hafez el Asad, su hijo Bachar gobierna en Siria. Vástago de otro linaje surgido de un golpe militar, Seif al Islam aspira a suceder a su padre, el líder libio Muammar el Gaddafi. Y en una nueva dinastía árabe que parece despuntar, el presidente egipcio, Hosni Mubarak, de 76 años, ha situado a su hijo Gamal, de 41, al frente del proceso de reformas económicas en el país árabe más poblado, con casi 76 millones de habitantes. Aunque el régimen niega que el poder vaya a ser hereditario en Egipto, el congreso del gubernamental Partido Nacional Democrático (PND), celebrado durante esta semana en El Cairo, ha servido ante todo para escenificar la ascensión política del joven Mubarak.

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La nueva imagen de Gamal

"Tenemos respuestas urgentes para las cosas que importan a la gente, no para las típicas demandas

[de mayor democratización] que hace la oposición; algunas de esas preguntas tardarán algún tiempo en responderse". Esta frase, pronunciada durante un debate con observadores extranjeros, viene a resumir el Nuevo Pensamiento (lema del congreso) del hijo del presidente egipcio, partidario de aplicar reformas económicas para que comience a desperezarse un país en el que 1,2 millones de jóvenes se incorporan cada año al mercado de trabajo.

A pesar de que sólo ocupa el puesto de secretario de Comité Político del PND, ha sido presentado por la televisión estatal y la prensa de Egipto como el verdadero hombre fuerte del partido, inmediatamente después de su padre. Sus intervenciones en la tribuna y sus multitudinarias conferencias de prensa han acaparado la atención de un cónclave que se cerró el jueves en medio de duras acusaciones de la oposición. El llamado Movimiento Egipcio por el Cambio ha rechazado en un comunicado la existencia de un "monopolio del poder" que intenta perpetuarse.

A punto ya de cumplir 23 años en el cargo, Hosni Mubarak sufrió en noviembre de 2003 un desvanecimiento mientras pronunciaba un discurso televisado ante el Parlamento. En medio del tradicional secretismo oficial, el presidente egipcio fue operado el pasado julio de una hernia discal en Alemania. El congreso del partido en el poder (88% de los votos en las elecciones legislativas de 2000) se ha transformado en una vasta operación de imagen para que su hijo Gamal, un economista formado en un banco de Londres, gane peso político en su país y en el mundo. El PND invitó a varias decenas de políticos, académicos y periodistas occidentales, entre ellos el enviado de EL PAÍS, a ser testigos de la ascensión política del primogénito del raïs egipcio.

Desde que su padre le introdujo directamente hace cuatro años en la dirección del partido -tras la elección de diputados independientes vinculados al principal grupo de oposición, el proscrito movimiento de los Hermanos Musulmanes- el joven Mubarak no ha dejado de escalar puestos. Es la cabeza visible de una nueva generación de tecnócratas civiles que desplaza a una vieja guardia instalada en el poder tras el golpe del coronel Gamal Abdel Nasser, el líder del nacionalismo panárabe que derrocó a la monarquía egipcia.

Una vez clausurado el congreso en una ceremonia con faraónicas medidas de seguridad presidida por el jefe del Estado con aparente buena salud, el relevo en el poder no parece ser inmediato en Egipto. "Sin ninguna duda, Mubarak se presentará el año que viene para un quinto mandato presidencial", afirma Abdul Moneim Said, director del Centro de Estudios Estratégicos Al Ahram de El Cairo. Este analista político destaca la profundidad de las reformas económicas puestas en marcha en Egipto, con un amplio recorte fiscal tras un drástico desarme aduanero: "El mensaje del congreso del PND es evidente: los cambios políticos tendrán que esperar".

La oposición egipcia no islámica -una nebulosa de partidos liberales, nacionalistas árabes e izquierdistas- exige la abolición del las leyes de emergencia dictadas en 1981 tras el atentado contra Anuar el Sadat, asesinado cuando presenciaba un desfile militar, y en el que el propio Mubarak, entonces vicepresidente, resultó herido. El ataque terrorista de Luxor, en el que murieron 57 turistas occidentales en noviembre de 1997, desencadenó una implacable represión, al amparo de una legislación que permite las detenciones arbitrarias y la tortura, contra los grupos integristas islamistas.

Arrinconada por el régimen (una comisión gubernamental va a seguir controlando la creación de partidos) la oposición egipcia insiste en reclamar una amplia reforma constitucional que permita la elección directa del presidente y el establecimiento de un límite de dos mandatos en el cargo. En la actualidad, el Parlamento designa con dos tercios de sus votos a un candidato único que es plebiscitado luego por los ciudadanos en un referéndum.

Ante las próximas presidenciales, previstas para octubre de 2005, el diputado naserista Hamdim Sabahi alerta de que no habrá elecciones libres sin una amplia reforma constitucional. "Los Mubarak quieren convertir a Egipto en una especie de monarquía hereditaria, pero la mayoría de los egipcios queremos seguir viviendo en una república", sentencia este veterano dirigente de la izquierda nacionalista.

Gamal Mubarak, hijo del presidente de Egipto y dirigente del partido en el poder.
Gamal Mubarak, hijo del presidente de Egipto y dirigente del partido en el poder.AP

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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