Zapatero, no nos falles
"Quiero ser el presidente del Gobierno que saque a España del trío de las Azores y la integre en el quinteto de la Alianza contra el Hambre. (...) El hambre es la más mortífera arma de destrucción masiva y acabar con ella no es una utopía". El presidente Zapatero tenía razón cuando pronunció estas palabras el pasado mes de febrero. El hambre y la pobreza extrema que padecen 1.200 millones de personas en todo el planeta suponen la amenaza más grave para la estabilidad mundial. La miseria y la desigualdad crecientes están en la raíz de la desesperación y la frustración que alimentan algunos de los principales problemas contemporáneos, como los conflictos, las migraciones forzadas y el terrorismo internacional.
Reconociendo esto, la comunidad internacional se ha marcado el reto de minimizar el impacto de la pobreza extrema antes de 2015. Esta iniciativa, conocida como Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), pretende lograr resultados como el acceso universal a la educación primaria y reducir a la mitad el número de personas que pasan hambre en el mundo.
Los presidentes de España, Brasil, Francia y Chile, junto con el secretario general de Naciones Unidas, han reforzado su compromiso con los ODM presentando en Nueva York el Fondo Mundial contra el Hambre y la Pobreza, para el que se plantean diversos mecanismos alternativos de obtención de recursos.
El principal mérito de la Alianza contra el Hambre está en colocar el problema de la pobreza extrema entre las prioridades de la agenda internacional. El momento no puede ser más oportuno. Los últimos cuatro años no han traído más que decepciones para las dos terceras partes de la humanidad, que hoy viven en la miseria, y su decisión es un soplo de aire fresco en un momento en el que hace falta un nuevo liderazgo. España no puede quedarse al margen de esta iniciativa y hay que aplaudir la determinación de José Luis Rodríguez Zapatero para formar parte de este grupo. Sin embargo, si el Gobierno quiere ser uno de los líderes en la lucha contra la pobreza tiene que empezar tomando decisiones que pongan de relieve que sus palabras tienen credibilidad.
En primer lugar, el Gobierno español debe demostrar su compromiso en la lucha contra el hambre y la pobreza incrementando la partida presupuestaria destinada a la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), que en la actualidad es del 0,23% del producto interior bruto, uno de los porcentajes más bajos de los países de la OCDE. Rodríguez Zapatero prometió durante las elecciones alcanzar el 0,5% en 2008. Para hacerlo realidad, es necesario que en los próximos Presupuestos Generales del Estado se produzca un primer incremento hasta el 0,30%.
Lo contrario sería mantener la desafortunada tradición española de diferir los compromisos para acabar incumpliéndolos, porque en este caso es imposible alcanzar el objetivo marcado si no se produce antes una evolución progresiva.
No resulta aceptable alegar permanentemente como excusa la falta de capacidad y estructura de las instituciones responsables de gestionar la cooperación, particularmente la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI). Es cierto que son muchas las necesidades en este ámbito, pero no podemos caer en una espiral por la cual no se aumentan los recursos porque no hay capacidad y no se mejora la capacidad porque no hay recursos. Los cambios en la estructura y el crecimiento presupuestario deben producirse de manera acompasada, reforzándose mutuamente.
Tampoco sería admisible un aumento presupuestario que se concentre en partidas reembolsables (y, por tanto, generadoras de deuda externa) como los créditos FAD. No sería la primera vez que esta herramienta del Ministerio de Economía y Comercio, que permite promocionar las exportaciones de las empresas españolas, pero que no fomenta el desarrollo de los países beneficiarios, ha sido izada como el estandarte del compromiso del Gobierno con el Tercer Mundo, cuando en realidad responde a intereses económicos mucho más domésticos.
La deuda externa tampoco puede ser dejada a un lado. Zambia, Malí, Níger y Gambia destinan al pago de la deuda más recursos que a sus programas de educación. España tiene que jugar un papel protagonista para cambiar esta situación. Para empezar con programas de condonación de la deuda bilateral de los países menos desarrollados. Además, durante la próxima Asamblea Anual del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (octubre de 2004) el Gobierno español tendrá la oportunidad de demostrar su compromiso contra el hambre y la pobreza apoyando la cancelación incondicional de la deuda multilateral de los Países Menos Adelantados.
Si Zapatero quiere entrar en el quinteto de la lucha contra el hambre tiene que convertirse en un líder que defienda la reforma de las reglas comerciales. Ante la Organización Mundial del Comercio debe hacer suyo el compromiso de impulsar la Ronda de Desarrollo de Doha con el objetivo de poner fin al dumping y al proteccionismo de los países más ricos.
Asimismo, la reforma del sector azucarero es una gran oportunidad para demostrar que la foto de Nueva York está apoyada en un compromiso real. Para demostrarlo, Zapatero deberá convencer a Jacques Chirac, uno de sus socios en el quinteto, y acometer la transformación de un sector en el que hay que poner fin a las exportaciones subvencionadas y donde deben abrirse nuestros mercados a los países menos desarrollados. Tras esa primera demostración, el segundo paso será el elevar la voz para acometer una reforma profunda de la Política Agraria Común, y convertirla en una herramienta que esté orientada a la protección del medio ambiente y de las pequeñas explotaciones familiares.
Entre las medidas que la Alianza contra el Hambre presentó en Nueva York llamaba la atención la petición de introducir una tasa a las operaciones de compraventa de armas para que financien la lucha contra la pobreza. No es una iniciativa adecuada. Aunque un diseño adecuado de este impuesto permitiría establecer un vínculo directo entre las ventas irresponsables de armamento y las consecuencias de los conflictos, es más importante aprobar un Tratado sobre Comercio de Armas que ponga en marcha mecanismos de control que garanticen un comercio basado en el Derecho Internacional Humanitario y en el interés de las poblaciones afectadas.
Tenemos que aplaudir la decisión de Rodríguez Zapatero de unirse al quinteto de la lucha contra el hambre. Pero ese compromiso debe ir mucho más allá de las buenas palabras y se tiene que empezar dentro de nuestras fronteras. Si no lo hace de esta forma, la sensación de que les estamos fallando a los países más pobres del mundo seguirá intacta.
Ignasi Carreras es director general de Intermón Oxfam.
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