Trichet y los otros
La alerta del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, ante el "peligro" de que los Gobiernos debiliten el Pacto de Estabilidad resulta exagerada, pero empieza a ser motivo de preocupación la subida general del déficit público en la eurozona: un 2,7% en 2003, tres décimas más que en 2002. La alarma ha sonado con más fuerza al reconocer Grecia no sólo haber maquillado -como todos- sus cuentas nacionales, sino que las había falseado desde 2000.
Al menos, el momento económico no es malo, y en parte puede deberse a estos excesos relativos para salir del bache. De hecho, los bancos centrales son más optimistas que los mercados. La Reserva Federal estadounidense, tras su última decisión de elevar el tipo de interés de los fondos federales en el cuarto de punto esperado, hasta el 1,75%, ha tratado de transmitir un escenario en el que el crecimiento de la principal economía del mundo no registra inflexión significativa alguna, a pesar del encarecimiento del petróleo. Trichet asume una ligera recuperación en las principales economías europeas, incluso si aquellas con una posición cíclica más adelantada, como es el caso de la española, llegan a registrar una eventual inflexión. Coincide así con las perspectivas de la OCDE para las economías más desarrolladas.
Pero no le falta razón al BCE cuando reclama reformas estructurales adicionales en la zona monetaria. Ni tampoco a quienes consideran que la excesiva pasividad del BCE no ha favorecido mayores tasas de crecimiento en la eurozona, que posibilitarían una mayor suavidad en el ajuste fiscal que economías como la alemana están tratando de llevar a cabo.
La Unión Monetaria europea peca de insuficiente flexibilidad respecto al pacto macroeconómico que la sustenta, y de exceso de autoridades, como ha quedado demostrado estos días. Por una parte está el presidente del BCE; por otra, el comisario de cuestiones monetarias y económicas. A ellos se suma el presidente rotatorio del Consejo de Ministros de Economía y Finanzas (Ecofin) o de su formación más reducida del Eurogrupo; y ahora un Mister Euro e incluso un adjunto a éste. No es con esta multiplicación de cargos, y de rivalidades burocráticas, como se racionalizará la gestión de la Unión Económica y Monetaria.
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