_
_
_
_
_
PASARELA CIBELES

David Delfín busca la luz nocturna de la ciudad desde el negro

Las propuestas de los diseñadores debutantes tuvieron una acogida irregular

La jornada de cierre de la 40ª Pasarela Cibeles con las propuestas para la primavera-verano de 2005 no provocó todo el revulsivo que se esperaba, al menos en sentido positivo. Aun así, fue reconfortante comprobar los progresos formales y profesionales de David Delfín, la voluntad cañera y transgresora de Carlos Díez y la importancia del regreso de Antonio Alvarado. Jocomomola, segunda línea de Sybilla, trajo oficio y ratificación de su gusto colorista hasta lo infantil.

El galardón a la mejor modelo recayó con toda justicia en Ajuma Nasanyana

El día de los llamados jóvenes o nuevos diseñadores (que ni son tan jóvenes ni son tan nuevos en el oficio) fue tan irregular como las demás jornadas de esta Cibeles, que para algunos clama por cambios en los criterios de selección de los diseñadores y para otros sencillamente respira las contradicciones de la moda española de hoy: falta originalidad, riesgo con sentido, objetivos de mercado y hasta calidad formal. Pero no todo fue así. El día empezó y acabó bien, pues abrió David Delfín y cerró Antonio Alvarado.

David Delfín puso una escenografía a lo Who cares? de Balanchine, y ese sky-line se repitió con éxito en la ropa final, aderezado con el uso del lúrex y la pedrería térmica. Siempre con algo de sorna e impacto, su vaquero anunciando la mercancía (lleva bordado junto a la bragueta todo el aparato genital masculino empezando a alegrarse con un dibujo que imita a Jean Cocteau) fue la apertura de su serie denim, muy correcta de hechura y detalles. Toda su colección es apta para el mercado (parafraseando a Andrej Wajda: "Todo para vender"): talles bajos y sastrería de oficio, con ese pantalón negro que ha sido su constante o eje, acompañando prendas complejas que exponen fragmentos de camisa y canotier en un solo resultado de gama estrecha: negro, gris y blanco. Es Delfín abanderado consciente de sí mismo y sus ideas, ahora con énfasis en el acento queer y la ambigüedad, como si volviera a los felices y primitivos tiempos contestatarios que le lanzaron a la fama, pero esta vez siendo a través de un conseguido trabajo.

José Miró, Rocabert, Jorge Vázquez, Juanjo Oliva e Ion Fiz han pinchado de lleno, algunos con muestrarios delirantes o prendas de fin de curso, pretenciosos hasta en los tópicos internacionales que sin sonrojo calcan, abusando de la buena voluntad del volante, los lazos, los encajes y las cintas de cualquier medida, desbordados por una ampulosidad un tanto inútil, extraña a la moda de hoy: es intentar el lujo sin haberlo olido jamás lo que de entrada pervierte el producto, le resta credibilidad y coherencia. Cabe preguntarse (y llegado el caso, estudiar) qué ha podido pasar con estos nombres que al principio eran una buena esperanza para la renovación de la moda española, que empezaron muy bien y ahora navegan en el proceloso mar de la imitación, el ruido de lo artificioso y el sueño de la sinrazón. Vázquez obtuvo el reconocimiento al mejor diseñador de la jornada y el galardón a la mejor modelo recayó con toda justicia en la más aplaudida de esta edición, una escultura de ébano nacida en Kenia hace 20 años y que se llama Ajuma Nasanyana.

Carlos Díez, por su parte, que sabe diseñar y construir, hizo un provocador arranque inspirado en el neogótico y el retropunkie, usando de los corchetes y las cremalleras descontextualizados de su uso original, todo en un look ritual sin paradojas, ponible, de modo que lo "políticamente incorrecto" estaba en el interior de las prendas, su perfume moral. Pero al final falló con sus últimas salidas coloristas.

Jocomomola, que puede considerarse con generosidad segunda línea de Sybilla, fue también colorista y hasta infantil, con humor, colores ácidos y estampados alegres, pero a pesar de su esmerada factura, sus terminados y su serie vaquera, claramente nos encontramos ante un producto estrictamente comercial donde no se halla la voz de un diseñador, y se entra peligrosamente en el imperio y la selva de las marcas.

Al final, Antonio Alvarado -que salió a saludar con un brazalete de luto por la reciente muerte de su colaborador Jaime Montoya- ratifica la seriedad de su regreso a la moda activa con una colección diáfana y llena de detalles de buen oficio: mangas de globo (hasta en la gabardina), pasacintas, gráfica propia que usa la cara de Sara Montiel, ponchos barbarella y cuadros vichy en abundancia, donde, escarbando, se encuentran referencias y guiños a su propia trayectoria, reinterpretados a la luz de las tendencias de hoy.

Modelo de David Delfín.
Modelo de David Delfín.LUIS MAGÁN
Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_