Euskadi existe
¿Recuerdan el plan Ibarretxe? Lo anunció el lehendakari hace dos años, en un debate de política general como el que tendrá lugar mañana en el Parlamento vasco. En este periodo el plan no ha cosechado ninguna adhesión adicional y es difícil que haya novedades de aquí a su votación, en diciembre. Para alcanzar el respaldo que permitiera seguir su tramitación tendrían que votar a favor los diputados de Batasuna. Pero Otegi puso como condición que el lehendakari lo pidiera públicamente y eso es algo que Ibarretxe no podía hacer, dado su compromiso de no contar con Batasuna mientras no se desmarque de ETA. La banda, por su parte, ya ha dicho en el último Zutabe que considera al plan una maniobra para "marginar a la izquierda abertzale mientras se apropia de sus palabras y de sus reivindicaciones".
La novedad es que la perspectiva de que el plan no prospere ha sido asumida estos días por varios dirigentes nacionalistas, Ibarretxe incluido, más que con resignación, con alivio. La explicación es que, sin tregua de ETA, una mayoría conseguida gracias a los votos de Batasuna sumiría al lehendakari en la incertidumbre sobre cómo gestionarla: seguir adelante con ese lastre a la espalda ¿no perjudicaría sus expectativas electorales para las autonómicas de la próxima primavera? Mientras que estaría claro el camino a seguir en caso de rechazo de la propuesta en el Parlamento: disolverlo y convocar elecciones, con el plan como programa.
La idea sería pedir directamente a la ciudadanía la mayoría negada por la Cámara, con la esperanza de alcanzarla gracias al apoyo de al menos una parte de quienes en 2001 votaron a Batasuna. Se uniría así lo útil a lo virtuoso: Ibarretxe podría seguir adelante sin el fardo de Otegi, a quien habría restado apoyos. Quedaría por determinar si ese programa electoral lo sería del tripartito PNV-EA-IU o sólo del partido del lehendakari. Es posible que lo primero fuera visto como una OPA hostil por los socios menores; pero también que por separado no alcanzarían la mayoría.
El debate de mañana puede considerarse un ensayo del que se celebrará a fin de año pero con la vista puesta en las elecciones que vendrán después. Ibarretxe lleva meses pidiendo, casi rogando, que los socialistas acepten entrar al debate de su plan, presentando enmiendas. Ello tiene un aspecto positivo: indica que Ibarretxe es consciente de que sin la participación de al menos uno de los dos principales partidos no nacionalistas su proyecto de cambio radical del Estatuto carece de suficiente legitimidad; que reconoce que la presencia de la IU de Madrazo no basta para convertir su plan en propuesta de convivencia entre vascos, y no sólo entre nacionalistas. En un folleto difundido a fines de 2002 por el Gobierno vasco se sintetizaba la propuesta de Ibarretxe en diez puntos: todos ellos correspondían a reivindicaciones estrictamente nacionalistas, y ninguno a aspiraciones que pudieran compartir los que carecen de esa emoción. Y el portavoz de EA, Rafa Larreina, ha reconocido (Gara, 29-8-04) que "todos los marcos serán provisionales hasta alcanzar la independencia".
En esas condiciones es impensable que Patxi López pueda aceptar el emplazamiento de Ibarretxe a sumarse al debate de su plan. No sólo porque el procedimiento sea inadecuado o porque su contenido implique que 40 millones de españoles tengan que aceptar una drástica reforma constitucional para darle cabida; sino, sobre todo, porque entrar en ese debate significaría avalar como legítima una propuesta que supone la ruptura unilateral del pacto interno que supuso el Estatuto de Gernika. Lo que propone Ibarretxe es básicamente que los no nacionalistas respalden un proceso de desconexión paulatina de España bajo el argumento de que es la forma de garantizar la paz, reiterado en la comunicación previa al debate de mañana.
Se trata, por tanto, de aprovechar la frontera que ETA traza entre amenazados y libres de amenaza para hacer avanzar el programa de unidad nacionalista a costa de quienes no lo son; y de hacerlo antes de que la derrota política de ETA convierta a Euskadi en una sociedad como las demás, que es la aspiración de muchos vascos. Tras el asesinato del concejal Miguel Ángel Blanco, un destacado publicista del PNV escribió en Deia (24-7-97) que en las asambleas celebradas aquellos días "había quien pensaba que, efectivamente, sin ETA, nos convertiríamos en una fuerza vulgar".
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