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Tribuna:Presente y futuro del "sueño americano"
Tribuna
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¿Demasiado tarde?

La idea de que Estados Unidos es un lugar donde estaban cristalizando valores e instituciones que finalmente podrían cambiar el mundo surgió a mediados del siglo XIX. Eran los días de Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman. Perspectivas democráticos, de Whitman, es el antepasado de las cavilaciones de Henry Luce sobre el "siglo americano". Cuando escribió que "(los) estadounidenses de todas las naciones y de cualquier época sobre la tierra tienen probablemente la naturaleza poética más plena", Whitman quería decir que los estadounidenses tenían más tendencia que la mayoría a soñar con un mundo mejor, en paz, en el que la justicia social se reconciliara con la libertad individual. Los animó a creer que su país les ayudaría a dar vida a ese mundo. Whitman y Luce esperaban que el sueño americano se convirtiera, (en palabras de Ramin Jahanbegloo) en "el sueño del mundo".

La militarización tal vez haga imposible que los idealistas recuperen el Gobierno
Los chovinistas del Pentágono quizá nunca cedan el control de la política exterior
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Ese sueño lo han mantenido vivo todos esos intelectuales y políticos estadounidenses que han intentado convencer a sus conciudadanos de que lo importante de su país no es que sea rico y poderoso, sino que su historia personifica "la persistente fe en los valores del individualismo democrático como guardianes indispensables de la dignidad personal y la oportunidad individual". Estos hombres y mujeres establecieron una tradición de internacionalismo idealista. Desde los tiempos de Whitman, han luchado tanto contra los imperialistas, que querían usar la riqueza y el poder estadounidenses para establecer una hegemonía global, como contra los aislacionistas, que querían que Estados Unidos se ocupara de sus cosas y no se mezclara en los asuntos mundiales.

La agenda oculta de los internacionalistas (que todavía no pueden exponer explícitamente, por temor a la reacción chovinista del electorado) es dar vida a lo que Tennyson denominó "el Parlamento del Hombre, la Federación del Mundo". Quieren hacer por los casi 200 Estados nacionales soberanos lo que los padres fundadores de Estados Unidos hicieron por las 13 colonias estadounidenses originales.

Los internacionalistas albergan el sueño de establecer un Gobierno mundial que una a iraníes, chinos, alemanes, brasileños y estadounidenses en una sola comunidad política. Porque piensan que sólo dicho Gobierno, capaz de desplegar una fuerza policial internacional, puede garantizar la paz mundial. Comparten las esperanzas de Woodrow Wilson, Franklin Delano Roosevelt y Harry Truman. Todos estos presidentes daban por sentado, al igual que Emerson y Whitman, que el destino de Estados Unidos es el de llevar la paz y la justicia al mundo.

Debido a que recientemente los imperialistas han arrancado el control de la política exterior a los internacionalistas, a los no estadounidenses les resulta más difícil recordar que EE UU es un país tanto de soñadores idealistas como de militaristas chovinistas. Pero debería recordarse que las encuestas realizadas en 2002 mostraban que muchos estadounidenses pensaban que no debía declararse la guerra a Irak, ni a ningún otro país, sin la aprobación de Naciones Unidas.

Los internacionalistas idealistas han trabajado muy seriamente, a lo largo de las últimas seis décadas, para persuadir a sus conciudadanos de que Naciones Unidas es la esperanza del mundo. Han alcanzado un éxito considerable. La actitud del Gobierno de Bush -que hay que apartar a la ONU para que EE UU se convierta en el único árbitro de los asuntos mundiales- no es ni mucho menos universal. Por el contrario, esta actitud ha suscitado una protesta tan ruidosa, apasionada y sostenida en EE UU como en el resto del mundo.

Nadie sabe si los sueños de los internacionalistas se podrán cumplir. Quizá la política exterior estadounidense nunca vuelva al idealismo del periodo inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial. La militarización del país -su transformación en un Estado fortaleza- tal vez haga imposible que los idealistas recuperen el control del Gobierno. Los chovinistas del Pentágono quizá nunca cedan el control de la política exterior a los diplomáticos (más o menos internacionalistas) del Departamento de Estado.

Sin embargo, incluso aunque los internacionalistas recuperen el control, quizá sea demasiado tarde para que sus sueños se realicen. Porque aunque los estadounidenses eligieran a un presidente dispuesto a diluir la soberanía estadounidense firmando acuerdos internacionales vinculantes, quizá fuera imposible persuadir a Rusia o a China, y a la lista de potencias nucleares menores que no deja de aumentar, a unirse a ellos. Pero no sabremos si dichas iniciativas internacionalistas pueden tener éxito mientras no las pongamos en escena.

EE UU sólo será la única superpotencia durante unas décadas, pero es posible que recupere el liderazgo moral que disfrutó bajo la presidencia de Wilson en 1919 y nuevamente con Roosevelt en 1945.

La voluntad que los intelectuales de otros países pongan en recordar a sus conciudadanos lo que en otro tiempo representó Estados Unidos, y que nuevamente podría representar, es muy importante. Walt Whitman ayudó a convencer al mundo de que EE UU era un lugar en el que (como señala Jahanbegloo) "todo puede ocurrir y cualquier sueño puede hacerse realidad". La aclamación con la que fueron recibidos los poemas de Whitman en muchos países diferentes demostró lo extendida que estaba la necesidad de creer que el futuro humano puede llegar a ser muy distinto de su pasado. Recordar al mundo lo que EE UU consiguió sigue siendo una forma de fomentar la esperanza de que todo humano adulto llegue, algún día, a ser un ciudadano libre de una comunidad democrática, planetaria y política.

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