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Crítica:UNA ESCRITORA COMPROMETIDA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una elegía cubana

La única sorpresa que nos puede deparar cada nuevo libro de Belén Gopegui no es la de su calidad -siempre indiscutible- sino conocer su verdadero acierto, comprobar el lugar que ocupa por su cualidad específica dentro de su propio ranking interior (el único verdaderamente apreciable) dentro de una obra en su conjunto necesaria para todos, lectores y crítica, para ella misma y para el estado general de nuestra literatura de verdad. Sabemos por sus novelas anteriores -desde la sorpresa inicial de La escala de los mapas (1992)- que en toda su obra Gopegui busca sobre todo un refugio desde el que no tan sólo huye de un mundo que no le gusta, sino que así (desde allí) puede intentar corregirlo. En Tocarnos la cara (1995), su simbolismo teatral proclamaba la imposibilidad de salvarse sólo, mientras que en la tercera, La conquista del aire (1998, su obra maestra hasta hoy) mostraba cómo las relaciones económicas dan al traste con todas las relaciones personales. En la cuarta, Lo real (2001) -que no trata tanto de la venganza como de la corrupción- se describe el fracaso de un vengador que, en busca de una reparación personal, triunfa a su vez cayendo en una serie de posteriores corrupciones.

EL LADO FRÍO DE LA ALMOHADA

Belén Gopegui

Anagrama. Barcelona, 2004

240 Páginas. 15 euros

Y ahora, en esta su quinta novela, Gopegui se lanza sin red al terreno de la política (base de todos sus libros) como si estuviera ya a la intemperie, al aire libre, bajo el extraño y quizá cinematográfico título de El lado frío de la almohada, que no necesita mayor explicación pues se trata del lado más necesario y cruel para poder descansar tranquilo. ¿Quién no ha buscado nunca en las noches desasosegadas, intranquilas, calurosas e inciertas -el angustioso mundo de hoy- el lado frío y más fresco de la almohada, le ha dado la vuelta para buscar el apoyo de una temperatura más moderada que le permita seguir durmiendo tranquilo? Para ello, sin embargo, hay que optar por el lado frío, objetivo y desde luego un pelín cruel que toda frialdad comporta, y que es preciso conocer para que dé el resultado apetecido, el de poder descansar -esto es vivir- tranquilo en un mundo injusto, caluroso, inquieto y desasosegado.

Su tema central es el de la revolución cubana, que tantas esperanzas despertó en su día, y que tan universalmente desacreditada sobrevive en nuestro tiempo, casi medio siglo después. Sus evidentes razones iniciales -justicia, solidaridad y equidad para todos- son denostadas hoy en nombre de la falta de libertad, de lo que entendemos como democracia universalmente como si la almohada se nos hubiera quedado helada bajo nuestras cabezas. Así las cosas, Gopegui nos las presenta a través de una intriga de novela de espionaje, en la que Laura Bahía, su gran protagonista, muere desde la primera página, en lo que parece ser un accidente, aunque sea en realidad un crimen, que en profundidad esconde un auténtico suicidio. Siempre tentada por los experimentos, Gopegui se lanza a ellos aquí desde el principio, pues, para empezar, la noticia la oye un personaje por la radio, y recibe la visita de otro amigo común, por lo que ambos deciden encargar a un tercero que escriba una novela imaginada sobre lo que ha pasado, que será al final la que el lector habrá leído al terminar el libro, del que han desaparecido estos tres personajes (alguno reaparece por en medio y sobre todo al final) y surgen los verdaderos, una agente cubana, espía de sus servicios secretos (la muchacha muerta), y el otro, un agente de los servicios norteamericanos a punto de jubilarse, a través de los cuales se nos cuenta una historia de amor, muerte y espionaje tan emocionante como desesperada. Y todo ello mientras se nos transcriben a lo largo del texto nueve cartas como de ultratumba, pues la muerta las ha dejado escritas -aunque no enviadas- con anterioridad, como si hubieran sido escritas al imaginario "director" de un periódico, al que le cuenta su vida, las razones de su fe revolucionaria y algo de sus amores y trabajos para así poder seguir manteniéndolos más allá de sus fracasos finales, pues la esperanza sigue viva todavía para siempre.

Como se ve, esta evidente "elegía cubana" es una novela que podría ser calificada perfectamente como "políticamente incorrecta" y creo que ello ha entrado limpia y sencillamente y sin calzador alguno dentro de las intenciones de su autora. Pues lo que la Cuba de Castro quiso fue poner en tela de juicio al mundo entero o al menos todo su sistema económico mal llamado "liberal", ya que el bien de las juntas de accionistas no es el de la comunidad en general: ¿de qué libertad hablamos? "El término plusvalía se ha vuelto tan antiguo", dice, "porque ya no es preciso discutirlo, todos saben y reconocen que el beneficio no sale de ninguna parte sino de alguna, de la parte del trabajo que no se paga y de la expropiación del tiempo de vida". Pero, enfrentada al mundo entero, a un imperio total, que intenta destruirla pertrechado con todas sus armas y tras el desvanecimiento del comunismo, la revolución de Castro cedió bazas fundamentales (la introducción del dólar, por ejemplo, o la entrega al turismo) que si bien le han permitido sobrevivir también la han marchitado: "La revolución cubana ha dejado de ser heroica", añade, "cinco minutos, acaso cinco años para cambiar el mundo y volver a dejarlo igual... cuarenta y cinco años ensayando no son jamás heroicos ni literarios".

Y ya no hay casi nada más que decir, pues las formas literarias de Gopegui -expresionismo lírico, ternura, algunas gotas científicas, más comparaciones que metáforas- son ya ampliamente conocidas, aunque aquí a sus habituales referencias (Lezama Lima, Cortázar, Onetti, Cernuda) se añaden otros modelos del género de espionaje, como Malcolm Lowry, Graham Greene y John Le Carré, entre otros. La trama está bien urdida, expuesta no sin alguna confusión, pero sería necesario que sus lectores pensaran sobre todo en sus propuestas "de ultratumba", porque en mi opinión siguen vigentes y válidas en estos momentos en los que la revolución cubana, bien que maltrecha, sigue siendo todavía.

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