Un amor loco
Hay una frase en Nieve al sol, la nueva novela de Martín Casariego, que ilustra perfectamente la idiosincrasia del que narra y carga consigo el peso de una pasión ciega. "Los locos no son los que aman con locura sino los que no aman". Probablemente tenga razón Rafael, el protagonista, habría que estar muy loco para no amar. Pero a este personaje la sentencia le sirve, además, como coartada para cometer una absoluta locura, precisamente en nombre del amor. Éste es uno de los aspectos irónicos de esta novela. El autor de La hija del coronel, acomete en esta historia una operación similar a la que acometió en su novela anterior, La primavera corta, el largo invierno, una suerte de investigación novelada de hasta dónde es capaz de llegar una persona en trance de extremo enamoramiento. Pero a diferencia de aquélla, Nieve al sol no muestra ese sentido del humor que servía para distanciarse de la anterior, ni tampoco su complejidad estructural, ni sus matices en la construcción de las voces narradoras. Un amour fou es la razón de ser de la nueva historia. Sigue Martín Casariego respetando las leyes narrativas de todo verdadero amour fou. Un día comienza algo para acabar con elegante desilusión. Y sin transigir con las cursilerías amatorias ni los maratones sexuales, exigencias sonrojantes en muchos autores españoles de las dos últimas décadas cuando se trata de ilustrar una pasión.
NIEVE AL SOL
Martín Casariego
Espasa. Madrid, 2004
328 páginas. 19,90 euros
Nieve al sol cuenta la historia de un joven, Rafael, de veinte años enamorado de la querida de su jefe. Ejerce de chófer y desde esa condición de subordinación, su amor irracional va adquiriendo a medida que avanza el relato (escrito en primera persona y narrado por Rafael) una especie de vértigo suicida. Bernal, el jefe, tiene una lujosa casa, coches caros, servidumbre y un cúmulo de atractivos materiales ante los cuales no puede resistirse Diana, iba a decir la chica mala de la película. Y no sería arbitraria la comparación porque de hecho lo que el lector va a visualizar leyendo esta novela es una película negra americana de los años cincuenta. La historia transcurre entre dos polos espaciales y temporales. Una historia sucede en el Madrid de los años ochenta y la otra en la Roma actual. Pero así y todo es difícil no ver en esta novela una estructura subyacente de cine negro. Probablemente es un mecanismo que utilizó Casariego para distanciar su materia narrativa. Otra cosa es que la fórmula funcione. Y yo creo que no funciona porque la visualización que mencioné antes devora la naturaleza narrativa que ha de tener toda novela. Tampoco creo que funcione el reencuentro con la "otra" Diana, veinte años después en Roma, una especie de reencarnación o sortilegio y azar que tanto gustaba a los surrealistas. La trama juega a conciencia (porque no creo que el autor no se percatara de ello) con un tono y desenlace bastante folletinescos, incluido todo el alcohol que se bebe Rafael después de perder a Diana. El final romano de la tragedia amorosa es lo más inconsistente de la novela, lo que cuesta más creer y con lo que se hace muy difícil alcanzar algún tipo de emoción singular. Diana tiene algo más que presentar como personaje. Alcanza por momentos ese aire de mujer fatal que necesita toda historia turbia en donde se dirimen la razón o la locura. Incluso, si tomamos como referencia a la célebre Diana de Jorge de Montemayor, Martín Casariego nos obsequia con una duda sumamente atractiva. En Montemayor, su Diana es amada por dos pretendientes, pero ella sólo le corresponde a uno mientras aborrece al otro. En la novela del novelista madrileño, Diana termina su andadura sin demostrar a quién ha amado más y a quién menos, suponiendo que haya mostrado el sentido común de amar. También podría ser que haya cometido la locura de no amar a nadie. Pero eso sólo lo sabe ella.
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