La historia de los fracasos que llevaron al 11-M, a escribir
La idea de cerrar la comisión del 11-M, una de la opciones más firmes en las últimas semanas, tanto para el partido Socialista Obrero Español como para el Partido Popular, ha sido un viaje a ninguna parte. Los socialistas han dicho en público y en privado que ya se sabía, como señaló el lunes pasado el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, lo esencial. Los populares, en cambio, manifestaban en privado que era necesario pasar página, pero en público eran los campeones de la investigación. La comisión, pues, profundizará sobre los fallos y todos los aspectos pendientes del 11-M, antes de votar las conclusiones, quizá de aquí a dos meses.
"La historia del 11 de septiembre de 2001 está repleta de fracasos: en compartir información; coordinar el trabajo entre cuerpos de seguridad; en entender la ley, seguir los procedimientos y normas; en dedicar o redistribuir recursos y personal al trabajo contraterrorista; en comunicar prioridades clara y efectivamente a los integrantes de la Comunidad de Inteligencia; en asumir seriamente el trabajo crucial del análisis estratégico de contraterrorismo; y, más importante, un fracaso en elevarse por encima de intereses burocráticos de miras estrechas a fin proteger al pueblo americano ante el ataque terrorista". ¿De qué fracasos está repleta, parafraseando el informe de la Comisión del 11/S de EE UU, la historia del 11-M? Si hay una asignatura pendiente en los trabajos de la comisión de investigación parlamentaria del 11-M esa es la elaboración de esa lista de fracasos. La presunción de que existieron esos fracasos o fallos, según se prefiera, ¿es un prejuicio partidista, a saber, favorable al PSOE y ofensivo para el PP? No necesariamente. En muchas de las once sesiones de la comisión, comisionados del Partido Popular, como es el caso de Jaime Ignacio del Burgo, ante el inspector jefe de Estupefacientes de Avilés, Manuel Rodríguez García, el pasado 23 de julio, han presentado esos fallos de manera lapidaria. Quizá Del Burgo no fuera consciente de que al espetarle a dicho inspector que ni él, ni la Guardia Civil ni la policía se habían enterado de lo estaba pasando -la maquinación del atentado- bajo sus propias narices, estaba dictando, de hecho, un virtual auto de procesamiento de la política antiterrorista del Gobierno de José María Aznar.
Algunos mandos de la Guardia Civil dijeron entre sí, avanzada la tarde del 11-M, cuando ya empezaban a fluir datos en dirección al terrorismo islámico, que si en efecto ETA hubiera sido la responsable de la masacre ello exigiría que dimitieran todos los altos cargos de la lucha antiterrorista. En otras palabras: si un atentado de ETA de este calibre, con tal movilización de personas y recursos, hubiera pasado inadvertido, no había justificación posible. Pero este razonamiento, ¿deja de ser válido por el hecho de que el 11-M fue una operación del terrorismo islámico? Si se tienen en cuenta las advertencias de los servicios de seguridad e inteligencia españoles antes del atentado de Casablanca, en mayo de 2003, pocos días antes de las elecciones municipales y autonómicas, y ciertas notas operativas de la Guardia Civil al ministro Ángel Acebes sobre las recomendaciones de expertos en contraterrorismo de los cinco países miembros del llamado Grupo de Jerez, cabe concluir que los fallos existieron. ¿A qué se pudieron deber? Eso es lo que debe establecer el trabajo de la comisión del 11-M en las próximas semanas. Bucear en esos fallos y hacer la historia de los fracasos es la tarea pendiente.
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