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Columna
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Trillo en el fondillón

Así que con pregón y alevosía, Maríano Rajoy, por Santa Pola, perpetró el apaño de zaplanistas y campistas o campsistas, que suena más como a estornudo de verano, para que el partido no se le viniera al suelo del todo. Mariano Rajoy es hombre humorado y desriñonado de tanto agacharse, para recoger escombros que apenas ya tienen utilidad. O sí. El cronista considera al dirigente del PP, sobre todo astuto, habilidoso, tanto que aún puede darse al remiendo y disimulo de los sietes: vean si no las filigranas que ha hecho con Fraga, para sacarlo al guiñol de otros comicios autonómicas. Pero un siete de la envergadura de Federico Trillo, conquistador de perejil y cabaña cabría, es mucho siete hasta para maese Rajoy. Cosa de opiniones, por supuesto, pero el cronista piensa que ya es difícil, con el cálculo de probabilidades en la mano, que el equipo médico que envió Defensa al lugar del accidente del Yak-42, en Turquía, no atinase ni una sola identificación de los cadáveres de los militares españoles, que murieron en la catástrofe, mientras los facultativos turcos se marcaban un pleno. El Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, en su estudio, ha sido concluyente: se confió al azar, más que al rigor del análisis, y se distribuyeron los cuerpos en los féretros, para aligerar y dar imagen de eficacia y diligencia, y cómo la han montado. Si esto es así y está suficientemente constatado, no parece nada ético que se cargue toda la responsabilidad sobre los generales que se desplazaron a Trabzon, y el ex ministro de Defensa se salga de rositas, con unas ligeras disculpas y el castigo que le infringieron las urnas en las pasadas elecciones generales.

El cronista le da al regaño, cuando algunos colegas de Federico Trillo tratan de justificarlo con las simplezas propias de su condición, y encima arguyan una hipotética decepción de los alicantinos, que le prestaron su voto, si abandonara el escaño por Alicante. El cronista sabe, como lo sabe cualquiera con dos dedos de frente y otros tantos de honestidad, que en nuestro sistema de listas cerradas para el Congreso, se confía la papeleta a una organización y no a una persona, salvo unos pocos deudos y amigos. De tal manera que los diputados de cualquier partido son unos honorables desconocidos, por más que se peguen vueltas por su circunscripción, cosa que tampoco suelen hacer, y menos si cabe, un cunero. De modo que no se esgriman tan frágiles argucias: un leve ejercicio demoscópico demostraría que una mayoría de alicantinos, aunque sean votantes del PP, ignoran que Federico Trillo es parlamentario por Alicante. Hágase la prueba, con solvencia y fiabilidad, y salgamos de dudas. Así que, entre tanto, no se excuse la actitud equívoca de Trillo, en unas presuntas decepciones. Que entregue su acta de diputado, en la seguridad que no correrán lágrimas, ni se rasgará un solo tanga. Que salga Trillo del fondillón y proceda. No del fondillón venerable de la Condomina, sino de la cuba donde ha estampado su faz poco santa y menos gloriosa. Trillo, el escaño a un lado, al otro un resto de dignidad, y allá en su frente, Estambul, o sea, Trabzon. Que haga juego y se muestre tal cual.

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