Aquí llega George W.
La noche del jueves los acontecimientos mundiales y la naturaleza desbocada tuvieron prioridad en las noticias frente a la noche final de la Convención Republicana. Los espectadores se quedaron con los ojos clavados en la televisión con la noticia de los niños de la escuela rusa tomados como rehenes y con los avisos sobre el huracán Frances. Nunca en la historia de la predicción meteorológica ha habido un huracán seguido inmediatamente por otro huracán, este último más grande que el estado de Tejas. Se ha pedido a dos millones de habitantes de Florida que evacuen las zonas de riesgo. No tengo ni idea de cómo se puede hacer eso, pero una buena parte de los delegados de Florida regresaron inmediatamente a su Estado.
Mientras tanto, el ambiente de Manhattan se parecía al de una obra de Samuel Beckett. Cuando las familias de los casi 2.000 manifestantes detenidos se quejaron de que las condiciones en las que se encontraban sus familiares eran peligrosas debido a las sustancias tóxicas, el alcalde Bloomberg, normalmente cortés, que parecía estar bajo la influencia de un exceso de fiestas privadas republicanas de muchas campanillas, dijo con brusquedad que el lugar de detención "no tenía por qué ser el Club Med". Pronto le contradijo el juez de Nueva York que ordenó que la ciudad pagase una multa de 1.000 dólares [unos 830 euros] por cada manifestante que no fuera puesto inmediatamente en libertad.
El plan original de los republicanos de que Bush aprovechara la oportunidad de retratarse en el lugar de las Torres Gemelas no podía funcionar en una ciudad que es hostil a Bush; en vez de eso crearon un escenario para la foto dentro del Madison Square Garden. El escenario circular especial construido de un día para otro para Bush y que ocupaba la mitad del Madison Square Garden le daba a Bush la apariencia de un emperador romano convertido en estrella del rock y obligaba a la audiencia a mirar embelesada hacia arriba. Había un vídeo que presentaba a Bush como el resuelto salvador de Nueva York y el mundo libre. El Gobernador Pataki le ofreció también un tributo parecido: su discurso estaba escrito en parte por Peggy Noonan, la guionista de Ronald Reagan, que dejó caer en el discurso de Pataki la referencia sentimental de que una victoria de Bush sería "una victoria para el granuja (Reagan)". Sonaba un pelín rara, teniendo en cuenta que Nancy Reagan está en guerra con Bush por el tema de la investigación de las células madre.
El discurso que dio George W. Bush fue claramente el mejor de su carrera. Es estupendo a la hora de transmitir calidez y de expresar de forma vaga y en líneas generales su creencia en un futuro dorado para todos. Su vena mezquina queda encubierta con una sonrisa afable y su negativa a reconocer a su padre más que como vicepresidente de Reagan, su forma de conceder mérito únicamente a su madre (y a Jesús) es sorprendente. Pero ¿dónde nos deja esto?
Por último, Kerry hizo una jugada inteligente, poco caballerosa y nada bostoniana: rompió con la tradición y celebró una concentración en el medio oeste, que fue retransmitida inmediatamente después del discurso de Bush, consiguiendo así el mismo tiempo que Bush en la programación de televisión de última hora de la noche y primeras horas de la mañana. Kerry tarda en empezar. Tardó en reconocer las ventajas obtenidas por Howard Dean; tardó en darse cuenta de que los agudos ataques de los anuncios pagados por los grupos de derecha atacando su patriotismo habían sido eficaces. Por último, anoche atacó a Bush por Irak, por ser el primer presidente desde Hoover que había perdido puestos de trabajo durante su presidencia. Anoche, el vicepresidente Cheney se burló de su homólogo demócrata, John Edwards, por decir que hay dos Estados Unidos, el de los ricos y el de los pobres. Naturalmente Edwards tenía razón. Pero para que este mensaje llegue a los votantes, John Kerry necesita ponerse los guantes de boxeo y saltar al cuadrilátero, y eso es una cosa que no te enseñan en Boston.
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