Sharon sobrevive a una nueva crisis
El primer ministro israelí mantiene su plan de retirada de Gaza a pesar de la amenaza de escisión en su partido, el Likud
La semana pasada supuso un nuevo reto personal para el primer ministro israelí, Ariel Sharon, del que salió tocado pero no hundido, y dispuesto a sacar adelante el plan de retirada de Gaza, aun a costa de la escisión de su partido, donde el lobby ultraderechista es fuerte.
El plan de retirada de Gaza, presentado a bombo y platillo en febrero, ha sido el caballo de batalla personal de Sharon, defendido contra viento y marea en el seno de su propio partido. No le ha importado el referéndum del 2 de mayo, donde las bases del Likud se opusieron por mayoría a la retirada. Tampoco perder la mayoría absoluta parlamentaria y tener que edulcorar el plan para sacarlo a flote el pasado 6 de junio, cuando fue aprobado en un Consejo de Ministros. En aquella ocasión dos de sus miembros habían sido destituidos 48 horas antes, en una maniobra de Sharon para obtener la aprobación del plan.
Ni siquiera fue un obstáculo su enfrentamiento abierto con Silvam Shalom, ministro de Exteriores, y sobre todo, con Benjamin Netanyahu, ministro de Hacienda y a quien muchos ven como próximo primer ministro. Fiel a su estela de superviviente nato, Sharon ha logrado evitar todos los envites.
Desde que en junio perdiera la mayoría -sólo tiene 59 de los 61 escaños necesarios-, su máximo objetivo a corto plazo ha sido garantizarse el apoyo estable del Parlamento, donde los laboristas le han servido de colchón protector en numerosas mociones de censura debido a su interés por sacar adelante el plan de retirada de Gaza. Aunque son conscientes de la segunda parte del proyecto (la anexión unilateral de seis bloques de asentamientos en la franja de Gaza), los laboristas creen que es una oportunidad única para evacuar esa zona.
Nada más perder la mayoría comenzaron las conversaciones con los laboristas con dos escollos fundamentales. El líder laborista, Simón Peres, aceptó uno por uno todos los elementos del programa político del Likud. A cambio, en lo económico, los laboristas esperaban poder cambiar el presupuesto aprobado por Netanyahu, que califican de capitalismo rampante. Fue aquí donde las negociaciones se atascaron, justo antes de la aprobación del presupuesto.
Mientras, Silvam Shalom decidió callar ante el temor de que muchos le acusaran de enfrentarse al jefe del Likud por interés personal: en una hipotética coalición de gobierno, Shalom perdería su cargo en beneficio de Peres.
Adelante con el plan
Ante el fracaso de la Convención, algunos comentaristas políticos previeron que el líder del Likud daría su brazo a torcer. Pero se fue de vacaciones y anunció que seguiría adelante con su plan de retirada pese a la firme oposición de su partido. Su decisión podría llevar a una escisión del Likud o a la convocatoria de elecciones anticipadas. Pero es poco probable por dos motivos: Sharon dejaría el camino libre a Netanhayu y el Likud no tiene garantizada la mayoría.
Mientras, los laboristas se han reunido con carácter de urgencia para solicitar la convocatoria de elecciones anticipadas. Poco después, Peres añadía que estaba dispuesto a seguir negociando con Sharon si éste lo solicitaba. Los laboristas son conscientes de que no lograrían buenos resultados en las urnas, ya que no se han recuperado de la derrota histórica de las últimas elecciones.
Cuando regrese de sus vacaciones, el objetivo prioritario de Sharon es lograr un "Gobierno estable" que le permita sacar adelante las fases de retirada de Gaza. Pero al mismo tiempo tendrá que apagar todos los incendios de su propio partido.
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