Una Comisión diferente
La nueva Comisión Europea anunciada antes de lo previsto por su presidente electo, José Manuel Durão Barroso, es un ejercicio de equilibrismo pensado para satisfacer a casi todos los Estados miembros, 25 ya. Sus dos características fundamentales son que los puestos económicos clave han ido a manos de liberales convencidos y que el eje franco-alemán, de acusado instinto proteccionista, ha dejado de existir como tal en la composición del nuevo Ejecutivo comunitario, aunque sus representantes hayan obtenido dos de las cinco vicepresidencias.
Ante el reto de configurar un órgano decisorio con 10 miembros más, Durão Barroso se ha visto obligado a desdoblar trabajos y derrochar imaginación. Pero ha dado una muestra inicial de independencia al dispersar el centro de gravedad de la Comisión, de manera que alguna de las carteras de gran contenido económico han ido a parar a nuevos miembros. Francia, que había apostado muy fuerte por la de Competencia -clave por los enormes poderes de que la Comisión goza para vetar o aprobar fusiones de empresas o ayudas estatales-, ha visto cómo se adjudicaba a una liberal holandesa convencida, Neelie Kroes. En su lugar, Jacques Barrot ha obtenido Transportes. Alemania pretendía que Günter Verheugen se convirtiera en supercomisario económico. Su cometido se ha quedado en política industrial, importante pero de escasa relevancia legislativa.
España mantiene como comisario de Asuntos Económicos y Monetarios a Joaquín Almunia, y el Reino Unido tiene motivos suficientes para sentirse complacido por la designación de Peter Mandelson para negociar en nombre de la UE la reforma del comercio mundial en la ronda Doha.
Barroso ha definido como equilibrado y conjuntado el equipo, en el que hay ocho mujeres, que sustituirá al de Prodi al frente de la UE a partir del l de noviembre. Su objetivo explícito, en línea con la agenda de Lisboa, es llevar a la Unión Europea al liderazgo económico mundial para el año 2010. Otro desafío básico del presidente electo es conseguir dar la vuelta al preocupante desinterés mostrado por los ciudadanos de la UE en las últimas elecciones.
En este papel dinamizador, él mismo se reserva la presidencia del grupo de comisarios que participen en las reformas económicas y de los que se ocupen de las relaciones exteriores, ámbitos cruciales. El interés de Barroso por mantener las riendas exteriores hasta que la UE pueda tener un ministro -cargo presumiblemente a la medida de Javier Solana si la Constitución europea es ratificada- explica el nombramiento como comisaria de la austriaca Benita Ferrero.
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