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Columna
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El pimiento envenenado

Resulta gratificante que hayamos llegado a este nivel de aburrimiento veraniego en el que la serpiente informativa de verano la haya constituido las tres toneladas de pimientos envenenados. Forma de envenenar burda, lo que hubiera sido una ordinariez ante la finura envenenadora de los Médecis, el pimiento para las piperradas y no para envenenar. Verano en el que el plan Ibarretxe ni es serpiente ni llega a lagartija, ni los petardos de ETA en la costa cantábrica nos conmueven, aunque nos preocupen. Sin embargo, el que apunta formas de guindilla es el líder de la revolución autonómica Maragall.

En un mundo dominado por la comunicación que lleguemos a este erial veraniego es de agradecer. Libres del bombardeo de informaciones, al sonido de las chicharras castellanas, hasta nos da tiempo para reflexionar. Y entonces descubrimos que lo importante de los mensajes que nos largan los políticos, los que acceden a los importantes medios de comunicación, no está en su contenido, que ni ellos mismos entienden, -y si lo entendieran complicarían aún más el lenguaje y los conceptos para evitar entenderlos-, sino en las formas, en sus sonrisas, en los gestos de sus manos a la manera de tímido frailecillo, o en las formas de vendedor ambulante de tejidos de Tarrasa, transmitiendo sinceridad de tratante con todo su florido verbo de apariencia hasta académica. Lo importante está en las formas.

Y como en ellas le ha ganado Zapatero a Ibarretxe, aunque su plan que siga siendo el mismo ya no vale nada. ¿Acaso creímos que alguien lo había entendido?, caía bien por lo del diálogo del que lo presentaba y nada más. Pero, además, va mal, porque el caudillo vasco ha pasado a segunda división, -ya no es lo que era-, porque el caudillo de Catalunya, y de toda la periferia autonómica, para mayor gloria de Catalunya, el caudillo de la rebelión ha pasado a ser Maragall. Ni hoy Ibarretxe es el más osado. Maragall anda por ahí diciendo a todos, hasta a los andaluces, lo que tienen que hacer, caudillaje por antonomasia, y Zapatero es el rey de la sonrisa y del diálogo. Vencido en las formas Ibarretxe debiera retirar su plan, aunque siga siendo el mismo plan, que sólo cuatro ingenuos hemos leído, aunque sea idéntico en el texto ya no es lo que era. Reina y señora ya no lo eres, el más dialogante lo es desde ahora Zapatero, y Maragall el más caudillo, es más lehendekari.

Da gusto poder reducir la situación política interior de España a Blanca nieves y los dicisiete enanitos -más dos ciudades autónomas- aunque el papel de reina mala lo haya llevado uno de esos enanitos. Da gusto ver cual chambelanes de Blanca Nieves a algún ministro que otro diciendo ¡Maragall que te pasas!, y a suponer que la que tenga que poner orden en la casita sea su protagonista, de esta manera todo el dramatismo de la legislatura anterior se verá reducido a un cuento.

A un cuento sin dramatismos en el caso de que al final aparezca un príncipe y le saque de su boca a Blancanieves el trozo de guindilla envenenada. Porque como el debate siga siendo quién tiene más financión, quién puede llegar a la soberanía, quién más histórico que yo, el debate, propio de las Cortes del siglo XVII, a lo sumo del XVIII, no tiene ninguna solución, porque el problema no reside en encontrarle solución, que no la tiene, el problema se plantea sólo por el hecho de plantearse. O saltamos al racionalismo federal, que es otro plano diferente, nada que ver con lo que hoy se trata, o todos vamos salir de ésta escaldados. Empezando por Blanca Nieves.

Volvamos al solad veraniego, que no se merecen tanta reflexión, apure hasta la última gota de gasolina de su vehículo, rece por lo que de verdad vale la pena rezar, que se acabe lo de Irak aunque sea entrando la OTAN, porque si no lo de la deslocalización se va a acelerar según la inflación crece. Prepárse para reflexionar en lo que realmente vale la pena y dejemos los cuentos infantiles.

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