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Reportaje:

Luchar contra la "pólvora seca"

Campesinos de Aznalcóllar recuerdan cómo se limpiaba el monte para que no ardiera

José, Manuel, Pedro y Facundo están en una de la mesas del bar La Palma, en Aznalcóllar (Sevilla). Este local se llama así porque, hace años, era una gran fábrica de tratamiento de palma, que se usaba para rellenar colchones, cojines o hacer escobas. Pero eso fue hace mucho tiempo, cuando los montes y la campiña de la zona suponían el único modo de vida de los habitantes del pueblo. "Vivíamos del carbón, del corcho, de recoger romero o de criar a los cochinos", dice Manuel, de 84 años.

Los rostros y las manos de estos hombres, que hablan del pasado, tienen las huellas de largos años trabajando el campo. Sus ojos se encienden cuando recuerdan el incendio de la semana pasada. El fuego ha convertido los alrededores de Aznalcóllar en un paisaje lunar. La causa, según estos hombres: el abandono de la sierra.

"El monte ya no se cuida" es la rotunda afirmación que hace José. Todos asienten a su alrededor. Antiguamente, en enero y febrero, los grupos de hombres iban a los montes a cimbrear, a desbrozar el matorral bajo y las ramas de los árboles para hacerlos montones, rozas, que quemaban de forma controlada.

En el caso de los campos públicos, esta quema permitía obtener un beneficio económico a través del carbón vegetal o cisco. "De las fincas privadas venían uno o dos al pueblo a reclutar cuadrillas. Llegaban a irse camiones llenos de vecinos", dice José, "estábamos tres meses en la campiña y nueve en la sierra". Eran jornadas de sol a sol, de ocho de la mañana a 10 de la noche.

Manuel, antiguo capataz de las cuadrillas, recuerda que a cada grupo de hombres se le asignaba una serie de hectáreas para su desbroce, pero como los jornales no siempre llegaban para vivir, había veces que apuntaban más hectáreas "para pagarles mejor".

José denuncia que ahora el desbroce se hace con máquinas. Pero lo arrancado no recibe el mismo tratamiento que antes. "Se dejan todo por ahí tirado. Eso es como pólvora seca", sostienen los campesinos. José Marcos les da la razón. Es un manijero, el jefe de las cuadrillas de hombres que trabajan recogiendo el corcho de los alcornocales. "El campo no se limpia desde hace 20 ó 25 años. Ahora, si arrancas una mata, vienen los de Medio Ambiente y ya te están denunciando", afirma.

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Para Diego Cañamero, secretario General del SOC, las razones de este abandono progresivo en el cuidado tradicional del espacio rural son complejas. "Antes el monte era una fuente de riqueza inmediata para las gentes del campo (...) Ahora, el pueblo lo necesita menos. El trabajo allí ha sido sustituido por el subsidio agrario". Cañamero piensa que, con la desaparición de la actividad humana continuada en las serranías -"obtener cisco, el pastoreo o el simplemente el ir a recoger setas"-, se ha perdido un equilibrio natural mantenido durante muchos siglos. "Antes, cuando ocurría un incendio, todo el pueblo se movilizaba para apagarlo. Porque se vivía de esto".

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