_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Era una broma

El desempleado acude a la ETT para ver si cae algo. La empleada de turno le felicita: "Ha tenido suerte, amigo", le dice: "Hoy tiene usted un bolo de ministro de Economía". El tipo parece menos ilusionado de lo que se podía prever: "¿Ministro? ¿De economía? Pues la verdad, me pilla usted en orsay. Nunca me había planteado ser ministro de nada, y mucho menos de economía. ¿Qué tal pagan?". La despachadora de trabajos precarios responde: "Pues creo que no pagan nada mal. Aunque esté usted un par de días, se saca una buena tajada. Por probar, no pasa nada, ¿no cree?". El hombre, no muy convencido aún, pregunta: "Sí, sí, pero, ¿por cuánto tiempo?". La empleada fija de ETT responde: "Uy, no puedo adelantarle nada. Yo, en confianza, pienso que el Gobierno -como empresa que es- no se fía de la situación económica, y utiliza contratos temporales cuando hay un incremento de la producción de política que no se sabe cuánto va a durar. Pero bueno, mejor es eso que nada, ¿no le parece?".

El desempleado duda. No es cuestión de precipitarse. Ya ha sabido de casos en los que parecía que el trabajo era sólo por una temporadita, y luego te cargan con el marrón, como aquél amigo suyo que aún sigue de arzobispo. "Oiga, pero, ¿para ser ministro de economía no se necesitan estudios? Por lo menos un diploma de CEAC, un cursillo, unos apuntes o algo por el estilo". La empleadora suspira: "Usted no se preocupe. Ahí le tiene a Berlusconi, nada más y nada menos que presidente de la República Italiana, y ministro de Economía si llega a colar. Seguro que en poco tiempo lo hace usted tan bien como él. Venga, no me diga que le da miedo. ¡Hágase ministro de Economía, hombre, que después puede recolocarse a sí mismo donde quiera! Mire que ésta oferta no sale todos los días: si me la rechaza me da usted un disgusto".

"Señorita, el chiste no tiene ninguna gracia", replica el otro, y prosigue: "Debería usted avergonzarse. ¿Acaso el Gobierno también necesita abaratar costes? ¡Métase su ministerio donde le quepa! ¿Se cree usted que soy andaluz, o extremeño, y que acepto cualquier cosa? ¿Dónde está la cámara oculta? ¿O es que acaso me toma por tonto?". La mujer se pone seria, y lanza un ultimátum: "Oiga, esto es una empresa de trabajo temporal, y, como es lógico, no podemos perder el tiempo. Así que le diré una cosa: desde luego que podría ser un buen ministro, por que nos ha pillado. ¡Mire usted a la cámara! ¡Esto es una broma del programa No tengo dónde caerme muerto!".

Mientras recibe los abrazos del resto de la cola de eventuales, el desempleado exclama espontáneamente: "¡Cabrones, qué susto me habéis dado!".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_