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Crónica:TOUR 2004 | Decimotercera etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Armstrong exterminador

Los Pirineos terminan con el hundimiento definitivo de Heras y Mayo y el abandono de Hamilton, Zubeldia y Menchov

Carlos Arribas

¿Cómo llega un carnicero dispuesto para la matanza al matadero? Silbando, cansado, harto, las manos en el bolsillo, los cuchillos colgando del hombro, la colilla en la boca, la mirada en el suelo o en el cielo, depende de cómo le vaya la vida, cómo le fue la noche, si el niño tiene fiebre. ¿Cómo llega Lance Armstrong a la salida de una etapa de los Pirineos, al village armado en mitad de un prado, el sol quemando el asfalto ya a las 10 de la mañana?

Los ciclistas llegan en autobús al punto de salida de las etapas. Autobuses enormes, desmesurados, cristales tintados, publicidad reflectante, interior cavernoso, presencia misteriosa. Los ciclistas son una presencia intuida en el interior. No se asoman, no miran por la ventanilla, todo lo que les interesa está allí dentro, en su interior también. Así se imagina uno a Heras, mohíno, mirada triste, lacónico; así se imagina uno a Mayo, tocándose el codo, mirada huidiza, serio, sin ánimo siquiera para colocarse a Estopa en los cascos; a Ullrich, atusándose el peinado, mirada perdida, vacía, callado; a Hamilton, gafas oscuras, mirada inescrutable, recuerdos de un perro, dolor de espalda, a Sastre, a Basso, a Mancebo... Los grandes días de Tour, la salida de las grandes etapas, son horas de aprensión, de insomnio, de nervios, de miedo. Así le gustaría a uno imaginarse también a Armstrong, y uno estaría dispuesto a creérselo si se lo contaran, si no fuera porque, rompiendo la calma matinal, antes que ninguno, antes que nadie, entra en el aparcamiento el autobús, renqueante, del US Postal. Matrícula belga, conductor belga. Todo normal. Todo lógico. Pero al lado del chófer, un poco detrás, sentado en el escaloncillo que da acceso al pasillo central, hay una figura. Azul oscuro, los calcetines blancos de los días importantes. Cascos blancos colgándole de las orejas. Movimientos de rockero bamboleando la guitarra. Es él, es Lance, carnicero llegando al tajo, silbando, controlándolo todo desde la primera fila, saludando a los conocidos a la manera tejana, señalando con el dedo, el brazo extendido, "hey", "I see you", una figura subiendo al escenario, los oídos atronándole, alto volumen, la música de los Incubus, californianos, heavy metal alternativo. El grupo más apropiado para el día, el día del íncubo, del demonio, de la pesadilla, el día de la miseria. El día de la masacre por los Pirineos menos conocidos, por el corto y áspero Agnés, por el suave Latrape, por el Plateau de Beille que inmortalizó Pantani y que Armstrong, Lance el exterminador, ha convertido en su segura guarida. La segunda piedra del sexto. El desastre de los aspirantes. La confirmación de Basso, el único, otra vez, que le aguantó. La sufrida lucha de Paco Mancebo por un puesto en el podio.

Tour 2004 13ª Etapa

Lannemezan-Plateau, 205 kilómetros

GENERAL

1. Thomas Voeckler (BLB) 58h 0.27s

2. Lance Armstrong (US Postal) a 0.22s

3. Ivan Basso (CSC) a 1m 39s

5. F. Mancebo (Illes Balears) a 3m 28s

ETAPA

1. Lance Armstrong (US Postal) 6h 4m 38s

2. Ivan Basso (CSC) m. t.

3. Georg Totschning (GST) a 1m 5s

5. F.Mancebo (Illes Balears) a 1m 27s

ETAPA DE HOY

Carcassonne-Nimes, de 192 Km

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"No soy el patrón del Tour", grita Armstrong alto y fuerte. "Sólo soy el patrón de mi equipo, o eso espero". El miedo. Eusebio Unzue, al volante del coche del Baleares, cuenta y vuelve a contar. Necesita las dos manos. Los dedos de una no le llegan. Siete azules, siete US Postals, tiran en cabeza, abrasan a la concurrencia en el col de Agnés, ritmo asfixiante, castigo incesante. A Armstrong le quedan seis gregarios cuando por detrás sólo ha habido desastres en el calor. Hamilton, la espalda deshecha, contracturada, ha abandonado, Zubeldia y Menchov, rodilla inflamada, dolor insoportable, también. Heras se ha caído y rueda retrasado, dolorido. Mayo ha amagado una espantada a lo Rafael el Gallo, pero no le han dejado bajarse de la bicicleta y marcha más atrás aún, con el autobús. Ullrich resopla. Un pelotón diezmado y un US Postal al completo. Unzue necesita hacer algo, soltar unas avispillas, como diría Arroyo, a ver qué pasa. "Muévete, Paco, si puedes, o según lo veas", le dice a Mancebo. Gustoso el de Navaluenga acelera y se marcha. Desilusión. Nadie le sigue, nadie se siente con ánimos. Mancebo levanta el pie. El tren azul le adelanta sin inmutarse.

En el valle, en los 20 kilómetros entre el penúltimo puerto y la subida final, el castigo no decae. Los supervivientes ruedan enfilados contra el viento. Una de llano para los escaladores. Llegan sin resuello al comienzo del Plateau. Una obra maestra de 45 minutos y 32 segundos a 21,3 kilómetros de media durante 16 kilómetros al 7,8%. Trabajo para Rubiera. Chechu, Azevedo y con el látigo Armstrong. En un visto y no visto, en 12 minutos, el grupo se queda en 11. Cuando Rubiera se aparta Ullrich ya ha pasado del resoplido al jadeo. En dos minutos, los dos aterradores minutos de Azevedo, el portugués de clara tez, el último hombre de Armstrong, al frente, el grupo se queda en tres. Totschnig, un austriaco de piedra, Klöden y Mancebo, son los últimos resistentes. Con Azevedo y Armstrong sólo aguanta Basso, el heredero. Con Armstrong, su molinillo, el íncubo, sólo aguanta Basso, el rostro limpio, el pedaleo armonioso, la figura compuesta. Sin necesidad de hablar -hablan para asegurarse de que están de acuerdo- se relevan; sin necesidad de que le digan nada, Basso tira de Armstrong en los últimos metros, para que le pase al final. Hoy por ti mañana por mí.

Armstrong y los vascos

Según informa la agencia Reuters, Armstrong declaró que, en la fase final de la etapa, atravesó junto con Basso por una situación difícil por la masiva presencia de aficionados vascos "muy ruidosos y agresivos, aunque no todos malos". Y añadió: "Comprendí que esperaban grandes cosas de Mayo. Nos miramos [Basso y él ]y dije: 'tío, es increíble que hayamos podido pasar sin que nos mataran'. Tuvimos suerte de poder pasar por allí".

Armstrong, delante de Basso en las últimas rampas de Plateau de Beille.
Armstrong, delante de Basso en las últimas rampas de Plateau de Beille.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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