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Entrevista:HAMED ABDERRAHMAN AHMED | El español que estuvo preso en la base estadounidense

"En Guantánamo llegué a perder la cabeza"

Pablo Ximénez de Sandoval

Llevaba meses esperando a salir de Guantánamo cuando por fin le dieron la noticia. "Ya me habían avisado mucho antes de que volvía a casa, pero allí no te lo crees", recordaba ayer Hamed Abderrahman Ahmed, el ceutí que estuvo dos años preso en la base norteamericana en Cuba. "Durante el primer año, me estuvieron diciendo que no volvería jamás a mi casa, para presionarme psicológicamente".

Hamed salió el pasado martes en libertad bajo fianza después de pasar cuatro meses preso en una cárcel de Afganistán, dos años en la base militar de Guantánamo y cinco meses (desde el 14 de febrero de 2004) en prisión en España. Fue detenido por el Ejército de Estados Unidos en el transcurso de la guerra contra los talibanes que gobernaban Afganistán y daban cobertura al terrorista más buscado desde el 11-S, Osama Bin Laden, líder de la red Al Qaeda.

Una vez a la semana, durante dos años, lo interrogaron en español sobre Al Qaeda
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El ceutí es sospechoso de pertenecer a la estructura de esta organización terrorista. En Guantánamo vivió dos años, calificado como "combatiente enemigo", fuera de toda jurisdicción, sin abogado, sin acusación formal y sin contacto con el exterior.

Prefiere no hablar de celda, sino de "jaula de dos por dos metros". Le interrogaron una vez a la semana. Las conversaciones se realizaron en su mayoría en español, a través de traductores latinoamericanos. Rara vez le interrogaron en árabe. "Venían los militares y te llevaban a la sala de interrogatorios", una habitación con una pequeña ventana, "una cámara de vídeo" y dos o tres militares.

Allí le preguntaron insistentemente si pertenecía a la estructura de Al Qaeda. Durante dos años, una vez a la semana, negó esa acusación. Varios testimonios hablan de él como un radical interesado por la yihad. En Guantánamo recibió la visita de una delegación de la embajada española en Washington. En el transcurso de la misma, le preguntó a un diplomático: "¿Cree usted que cuando salga de aquí podré ir a luchar a Chechenia?".

Hamed asegura que viajó a Afganistán "a profundizar en el estudio" de su religión, en las madrasas (escuelas) islámicas. "Yo siempre he vivido en España y mis ideas las tengo claras", responde, en presencia de su abogado, cuando se le pregunta si es un radical. "Estoy en contra de matar gente inocente", agrega.

De su experiencia en Afganistán sacó en conclusión que "ni los propios líderes talibanes sabían dónde estaba Osama Bin Laden". No entiende "cómo Estados Unidos les podía pedir [a los talibanes] que se lo entregaran. Si ellos llevan tres años buscándolo con tecnología punta y no aparece, ¿cómo lo iban a encontrar los talibanes? Ni el mulá Omar [entonces máximo líder religioso de Afganistán y ahora desaparecido] sabía dónde estaba Bin Laden", sostiene Hamed.

En las pocas imágenes que han trascendido de la base estadounidense, se ha podido ver a los prisioneros encadenados y con los ojos tapados. La sensación de tortura constante que transmitían contrasta con el relato de Hamed, quien afirma que "pasaba el día leyendo el Corán, libros de historia y de religión". También afirma que la comida en prisión era aceptable y recibían asistencia médica regularmente. Sin embargo, "en los traslados siempre te pegaban, para meterte miedo", detalla.

El 11 de marzo de 2002 escribió una carta a su familia. En ella decía: "No perdáis la confianza en Dios y no os olvidéis de pedir a Dios que salga de aquí. (...) Estoy bajo la protección de Dios".

No puede establecer comparación con las aberraciones que han desatado el escándalo de la prisión militar de Abu Ghraib, en Bagdad, donde las humillaciones a presos iraquíes han llevado a varios militares estadounidenses al banquillo. Diversos informes difundidos por la prensa norteamericana señalan que las técnicas de interrogatorio de Abu Ghraib fueron copiadas de protocolos de interrogatorio de Guantánamo. "Hemos oído que hacían eso y mucho más", afirma Hamed. "Pero allí no se veía".

No se había enterado de la guerra de Irak hasta que llegó a España. De lo que ocurre en ese país no tiene una particular opinión, y se limita a señalar que "cada uno está allí por sus propios intereses".

El aislamiento ha sido absoluto durante dos años. "No he sabido nada del mundo en este tiempo", afirma Hamed. Literalmente, "ninguna noticia del exterior, nada". Esta situación le hizo llegar a "perder la cabeza" hasta el punto de necesitar medicación. Recuerda que había un equipo de psiquiatras atendiendo permanentemente a los presos.

Aunque tuvo relación con otros presos de las jaulas cercanas a la suya, afirma que no conoció a nadie de quien pudiera decir que era un terrorista. "De 800 tíos, no van a ser todos de Al Qaeda", responde. Sí recuerda haber visto allí al chófer de Osama Bin Laden, detenido en Afganistán, de quien dice que "era uno más" y que el trato con él no era especial.

Las condiciones de su cautiverio mejoraron cuando pasó, en los últimos meses, al Campo 4 de la base militar. Allí ya no llevaba el característico mono de color naranja. Sus abogados, Marcos García Montes y Javier Nart, lo llaman "el campo de engorde", porque según dicen es donde se traslada a los que tienen posibilidades de salir, para que coman bien, disfruten de un poco menos de presión y mejoren su aspecto.

Ahmed no presenta aparentemente ningún tipo de secuelas físicas de su estancia en Guantánamo. Es un hombre de 29 años de complexión fuerte. Habla bajito, con la mirada huidiza. En el auto de libertad bajo fianza, firmado el martes por el juez Garzón, se citaba un informe de la psicóloga de la prisión de Alcalá-Meco en el que se destacaba que "apenas quiere hablar" de su estancia en la base cubana.

En la prisión de Soto del Real vivió las noticias sobre el 11-M, que se apresura a condenar. "Me lo contó un amigo, dijo que había habido un accidente en un tren", recordaba el pasado martes. Allí coincidió con alguno de los implicados en las investigaciones. En Soto del Real hay muchos musulmanes presos. "No nos creíamos que hubieran sido ellos", afirma en referencia a los marroquíes detenidos.

En Madrid lo han recibido y acompañado su hermana Nasija y el marido de ella, Iafar. Rechazan que se hable de su hermano como "radical islámico", incluso el término de "terroristas islámicos" cuando se habla del 11-S o del 11-M. "En el Islam no se es más o menos religioso. Simplemente se es religioso o no se es", explica Iafar.

Nasija defiende que los Abderrahman no son una familia especialmente practicante de su religión. "Rezamos y hacemos el Ramadán, pero no nos sabemos el Corán", relata.

Los objetivos de Hamed ahora son muy inmediatos: sólo quiere ver a sus padres, en Ceuta.

Ya habrá tiempo de buscar un trabajo y tratar de rehacer su vida. "Voy a intentar superar esto". El martes, su hermana Nayat declaró que su principal preocupación es que el caso marque a Hamed para toda la vida. Lo mismo decía él ayer: "Lo que más me preocupa es que la gente no me crea", enfatiza tras dos años y medio de negar una y otra vez su pertenencia a Al Qaeda. No sabe si podrá trabajar pronto, ni tiene planes de futuro más allá de descansar en su casa. "Creo que voy a necesitar un psicólogo".

Hamed Abderrahman Ahmed, a su llegada a la Audiencia Nacional.
Hamed Abderrahman Ahmed, a su llegada a la Audiencia Nacional.EFE

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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