El diseñador Félix Beltrán muestra su austera obra gráfica en Barcelona
El autor cubano repasa su etapa con Castro
Félix Beltrán es un diseñador de imagen corporativa que se hace arrancar las marcas de la ropa, rechaza trabajar para empresas que representan valores contrarios a los suyos y detesta la fórmula de añadir la palabra "nuevo" en todo tipo de envases. Beltrán abandonó el barco del castrismo que él mismo ayudó a proyectar como autor de carteles para la revolución. Hasta el 30 de julio se puede ver una muestra de su obra en el Instituto Europeo di Design de Barcelona.
Instalado en México desde los ochenta, Beltrán (La Habana, Cuba, 1938) dice que no renuncia a los principios de la revolución cubana, "un proceso social que pretendía trascender el capitalismo y que resultó un capitalismo de Estado despiadado con una cultura de poder despiadada y sectaria. Me gusta decir que me fui de Cuba no por el socialismo sino por la falta de socialismo".
También en el mundo occidental un diseñador puede trabajar sin claudicar, algo que Beltrán trata de inculcar a sus alumnos, tanto en la Universidad Autónoma Metropolitana de México DF como en los talleres que imparte regularmente. "No acepto según qué trabajos aunque me ofrezcan las perlas de la virgen. Esta carrera se presta un poco a hacer de Poncio Pilatos porque no se eligen los contenidos, pero los diseñadores deberían aprender a decir no y ocuparse más de los problemas sociales".
Austero, severo, efectivo, dotado del don de la síntesis y preciso son adjetivos que se han aplicado a su trabajo, enfocado a la creación de símbolos y carteles. Han pasado a la historia los que realizó para la revolución cubana, en los años sesenta y setenta -tras una prolongada etapa de formación en Nueva York-, en los que reunía formas evocativas y lemas explícitos para conceptos complejos. "El proceso revolucionario propició la sustitución de toda la estructura de poder anterior. Las fábricas fueron nacionalizadas y con frecuencia los nombres fueron cambiados. Para mí, todo esto fue una oportunidad. Trabajé diez años para el comité central del Partido Comunista de Cuba".
"Con la Revolución todo. Contra la Revolución nada", proclamó Fidel Castro en un congreso de la Unión de Artistas Cubanos de los primeros tiempos. Esas palabras determinaron cierta manga ancha de los dirigentes hacia la obra de los creadores implicados en la proyección gráfica del proceso revolucionario, recuerda ahora Beltrán. "Ese todo permitía cierta abstracción en un momento donde existía el acoso del realismo socialista. Pero la época del cartel cubano de la que se habla a nivel internacional, y que supuso indudablemente una ruptura, duró poco tiempo". Y prosigue: "El aporte del cartel cubano fue mayor porque se esperaba poco de un país socialista y todavía menos de un país subdesarrollado".
Se trabajaba rápido, no había tiempo para filigranas. "No había recursos, trabajábamos con los colores que teníamos a mano y hacíamos formas de manera indirecta y simbólica. Los carteles tenían que ser simples no tanto por convicción como por imposibilidad". Así surgieron trabajos como la sucesión de estrellas en proyección piramidal del cartel de celebración del 17º aniversario del 26 de julio, el asalto al cuartel Moncada. Era 1970. Le reportó uno de los primeros disgustos con el régimen. "La revista japonesa Idea reprodujo un comentario irónico que le hice al cartelista Shigeo Fakuda. Le dije que el color rojo de la base del cartel significaba que la revolución sangraba, o sea, que la revolución declinaba. Mi intención era irónica, pero Fakuda nunca ha acabado de aprender inglés y lo reprodujo literalmente. Me llamaron del Ministerio del Interior; casi me cuesta la cárcel". Vinieron más. En la isla "se violaban los derechos de autor deliberadamente, en una exposición del 30º aniversario de la muerte del Che presentaron como 50 interpretaciones de mi obra sobre el Che, que, por otra parte, fue copiada en camisetas y playeras".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.