Una barrera de 730 kilómetros

El muro de separación entre Israel y Cisjordania una vez finalizado tendrá aproximadamente 730 kilómetros de longitud, de los que ya han sido construidos 196. No será el más largo del mundo, si se compara, por ejemplo, con la Gran Muralla de China, de 6.400 kilómetros, pero sí una de las más polémicas y controvertidas, casi tanto como lo fueron los 155 kilómetros del muro de Berlín.

El muro de Israel, que empezó a construirse en agosto de 2002, está previsto que se acabe a finales de 2005, siempre y cuando sus obras no se vean interrumpidas por esa lluvia de demandas que los afectados han empezado a presentar ante el Tribunal Supremo de Jerusalén, después de que el 30 de junio los magistrados congelaran y ordenaran redibujar el trazado de 30 kilómetros.

Esta muralla, compuesta en un 95% por alambradas y un 5% por paredes de hormigón de hasta ocho metros de altura, condicionará la vida de casi dos millones de palestinos que viven en Cisjordania, pero sobre todo la de los 274.000 habitantes de 122 pueblos y ciudades, que quedarán emparedados entre el muro y la frontera con Israel. Se calcula que sólo el 11% del muro sigue la línea verde, el resto se adentra en territorio palestino, anexionando a favor de Israel entre el 45% y el 50% de Cisjordania, una cifra desmentida por Israel, que acepta "sólo" un 17%. La ONU coincide con este último porcentaje.

Las autoridades israelíes han construido a lo largo del muro unas puertas, que en teoría garantizan la libertad de movimientos de la población, pero que en realidad crean un sistema de control sofisticado; se han creado una gama infinita de autorizaciones que discriminan a los habitantes según los más dispares criterios militares. El gran argumento de Israel es que en las zonas completamente cerradas no hay actividad terrorista y la amenaza se reduce a cero.