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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Incansable 'Tireless'

La sintonía entre Madrid y Londres no es la misma desde el fracasado intento de Aznar y Blair de forzar una solución para al contencioso de Gibraltar basada sobre la fórmula de una soberanía compartida. Y, con la llegada de Zapatero a La Moncloa, la factura iraquí está pesando más de la cuenta en la tibia química del primer ministro británico con el nuevo presidente del Gobierno español, pese a ser ambos socialistas.

Algunos hechos indican que Londres pretende ejercer claramente su soberanía sobre el Peñón, a pesar del acuerdo logrado entre España y el Reino Unido al respecto en el marco de la Constitución europea. En menos de un mes y medio han ocurrido una serie de incidentes desagradables. El último -la llegada a aguas gibraltareñas del submarino nuclear Tireless, de infausto recuerdo- eleva de modo innecesario la tensión que causaron la visita, a finales de junio, de la princesa Ana con motivo del tricentenario de la conquista del territorio, y antes, la detención de dos marineros británicos en Málaga cuando se dirigían por carretera por la costa andaluza con suministros a otro sumergible nuclear atracado en Gibraltar.

El Tireless no es un barco cualquiera. Es un buque de propulsión nuclear. Su permanencia en el muelle de la colonia durante largo tiempo en 2001 para la reparación de su propulsor provocó un serio incidente diplomático, además de la preocupación de las poblaciones de la zona. Londres sostiene que esta última visita estaba programada desde antes de las elecciones de marzo y que el submarino cumple con los máximos criterios de seguridad. Madrid ha presentado una queja y solicita una rápida salida, consciente de la sensibilidad que supone en la memoria ciudadana el nombre de Tireless.

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A este último desencuentro se agregan otros elementos que ponen en un perfil delicado las relaciones bilaterales. Al Reino Unido le inquieta que España se mantenga firme en su prohibición de entrada en puerto español a los cruceros que recalen previamente en Gibraltar. En un gesto de buena voluntad, Zapatero concedió una moratoria de tres meses que vence en agosto. Tampoco parece en vías de arreglo la reclamación de pensiones de los españoles que trabajan en el Peñón antes del cierre de la verja en 1968. Y también es hora de que Londres cumpla la decisión de Bruselas de poner fin a las condiciones de paraíso fiscal de su colonia. En definitiva, es momento de que los dos gobiernos ajusten la música y rebajen las estridencias, conscientes de que, de momento, la solución definitiva a la cuestión de la soberanía ha desaparecido del horizonte.

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