Con peluca y a lo loco
Construida a mayor gloria de la inesperada fama de Nia Vardalos, descubierta tras el éxito de Mi gran boda griega(aquí, protagonista y por partida triple: por su peso en la acción, por su guión y porque, por si fuera poco, canta, y nada mal, por cierto), Connie & Carla es una nueva vuelta de tuerca a las ficciones de cambio de rol sexual que, desde Shakespeare hasta aquí (y con estaciones de paso cinematográfico que, en ocasiones, la película recuerda: como gustéis, ¿Víctor o Victoria?, Yentl, Tootsie... para qué seguir), siempre han tenido muy buena aceptación entre el respetable.
Curiosamente, la referencia mayor del filme se oculta, tanto en el desarrollo del mismo (y no faltan otras abrumadoras referencias: South Pacific, Evita, Oklahoma, Easy Ryder, Cats, Oh, Mame, Jesucristo Superstar...) como en los papeles promocionales, y no es otra que Con faldas y a lo loco, la inmortal película de Billy Wilder. Vean: dos muchachas que se dedican al mundo del espectáculo presencian un asesinato y deben escapar de unos mafiosos. Para ello, huyen a la otra punta de EE UU y se ven obligadas no sólo a disfrazarse, sino a cambiar literalmente de identidad: aquí, se travestirán de drag queens, cosas de los tiempos, para pasar inadvertidas.
CONNIE & CARLA
Dirección: Michael Lembeck. Intérpretes: Nia Vardalos, Toni Collette, David Duchovny, Stephen Spinella, Alec Mapa, Christopher Logan, Debbie Reynolds. Género: comedia musical, EE UU, 2004. Duración: 98 minutos.
Lo demás se lo puede imaginar fácil cualquier espectador: variados números musicales tomados de los espectáculos antes mencionados, un homenaje explícito al invernal talento de Debbie Reynolds, un humor grueso hecho de constantes referencias localistas (con el sempiterno ritornello de que las pueblerinas de buen corazón terminarán realizando su deseo) y más que previsible cuando aborda la cuestión de las identidades sexuales (ahí se convierte la función en un patoso musical petardo). Y todo esto, sin olvidar a sus dos protagonistas, ambas de rigurosa bofetada.
Sirve tan indigesto cóctel Michael Lembeck, antiguo realizador televisivo de ingente producción (entre muchos otros, numerosos episodios de Friends), y lo hace con considerable impericia y sin mucha idea de lo que significa la dirección de actores: baste con decir que lo peor de la película es la forma roma y escasamente imaginativa en que están rodados los números musicales para tener una precisa dimensión de la catástrofe.
Babelia
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