La gran novela indígena
HAY QUIENES padecen el destino de la desaparición dos veces. La primera, cuando desaparecen físicamente. La segunda, cuando son borrados de la memoria colectiva. Tal el caso del escritor guatemalteco Luis de Lion, autor de varios cuentos y de una novela impresionante y alucinada: El tiempo principia en Xibalbá.
Nacido en 1939 en San Juan del Obispo, un pueblo cercano a Antigua Guatemala, Luis de Lion pertenecía a la etnia kak'chikel, de origen maya. Nacer indígena en Guatemala implica un destino difícil. Si bien existen indígenas ricos, sobre todo en la región de Los Altos, la mayoría de los indios soportan pobreza, atraso y explotación. Lo paradójico de todo esto es que los descendientes de los mayas constituyen la mayoría de los habitantes del país. Y, sin embargo, quien nace indio parece destinado a ser campesino, pobre, analfabeto y, en fin, excluido de los mecanismos del progreso y la democracia.
Luis de Lion parecía haber encaminado su vida a desmentir la rigidez de la sociedad guatemalteca. Superada la escuela elemental, se graduó como maestro y consiguió un cargo en la capital del país. Mientras tanto, descubrió su vocación de escritor, testimoniada por su primera producción, una serie de cuentos que ganaron un importante premio centroamericano. Luis de Lion cumplió 30 años en 1969. Hacia esa época, probablemente estaba ya trabajando su única novela. Sabemos que la terminó en 1972 y que no llegó a verla publicada.
Para muchas personas, y probablemente también para Luis de Lion, la historia se presenta como una catástrofe que arrasa con las costumbres cotidianas y convierte los gestos habituales en cosa extraña, en privilegio de gentes que tuvieron otra suerte, siempre mejor. Una especie de huracán que se lleva los bienes más elementales y te deja desamparado, como el único sobreviviente de un naufragio. De Lion pertenecía al sindicato magisterial y era uno de sus más activos militantes. Participaba en las manifestaciones, que siempre terminaban con una dura represión policial. Más de una vez padeció cárcel por ello. Sin embargo, su compromiso social se acentuaba en la medida que los espacios políticos de protesta se iban cerrando. Es probable que de la militancia sindical haya pasado a la colaboración con alguno de los grupos de resistencia armada. Dejó de escribir. Siguió con su cargo de maestro de escuela primaria y siguió con su compromiso político. El 15 de mayo de 1984, un escuadrón de la muerte lo secuestró en el centro de la capital. Durante casi un mes resistió a las torturas de sus verdugos. El 6 de junio fue asesinado. Este año se cumplen 20 de su muerte, y sus parientes no saben dónde se encuentran sus restos.
Un año después de su desaparición, su amigo y escritor Fernando González publicó, con medios propios, El tiempo principia en Xibalbá, una novela que había circulado en manuscrito y que a todas luces parecía una obra maestra. No sé cuántos ejemplares circularon. Sé, en cambio, que todos los que la leyeron se quedaron deslumbrados. Era la visión de un pueblo indígena desde dentro, sin los velos o las mistificaciones que un observador externo, incluso genial como podía ser Miguel Ángel Asturias, necesariamente sufre. La estructura resquebrajaba el tiempo, su lenguaje era nuevo, fresco, rabioso, y, además, su trama decidida rompía con todos los tabúes. ¡La violación de la imagen de la virgen, la procesión blasfema en que se lleva en andas a la prostituta del pueblo! Era la gran novela sobre el mundo indígena, escrita por un indígena. Una profunda experiencia personal, relatada con la pasión y la rabiosa lucidez de un talento excepcional que ha asimilado perfectamente la lección de Faulkner y Rulfo. Pues lejos de ser una obra naïve, se trata de una madura elaboración artística escrita con la mano firme de un novelista culto y dueño de los medios lingüísticos y estructurales de la narrativa contemporánea.
En 1994 apareció una edición italiana publicada por Selene, una pequeña casa editorial. En 1996 fue reeditada en Guatemala. Y estaba a punto de ser publicada en España, cuando unos complejos enredos editoriales bloquearon la posibilidad de que fuera conocida también en la Península y, probablemente, en los principales países de Hispanoamérica. Como si una maldición hubiera caído sobre Luis, como si estuviera condenado a desaparecer por segunda vez.
Dante Liano (Chimaltenando, Guatemala, 1948) acaba de publicar en España la novela El hijo de casa (Roca).
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