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Reportaje:UN PAÍS DE CINE 2

'¿Quién puede matar a un niño?', de Ibáñez Serrador

EL PAÍS presenta, por 1,95 euros, el segundo largometraje de un maestro del terror

Narciso (Chicho) Ibáñez Serrador (Montevideo, 1935) recaló en los estudios de TVE en 1963 donde comenzó a dirigir comedias y programas de terror, y más tarde concursos y debates. A juicio de Fernando Savater "el conjunto de su trabajo significó entonces un indudable salto televisivo hacia delante. Se las arregló para rescatar dignamente las convenciones del género de la mediocridad que imponían los medios escasos y la mojigatería dictatorial", virtudes que el filósofo reconoció igualmente en los dos largometrajes dirigidos por el autor, La residencia (1969) y ¿Quién puede matar a un niño? (1976).

Fernando Alonso Barahona escribió en 100 películas de terror que "La residencia batió récords de taquilla en las pantallas españolas, dando muestras de la gran habilidad técnica y del conocimiento profundo de Chicho de los resortes emocionales del espectador". Seis años después, inspirándose en un relato titulado El juego, original de Juan José Plans, realizó ¿Quién puede matar a un niño?, "introduciendo un prólogo que no existía en el cuento original en el que se muestran las salvajadas, crímenes y malos tratos que soportan los niños en el mundo actual". Dicho prólogo fue explicado por Ibáñez Serrador en una entrevista con Sara Torres: "No hablo exactamente de niños maltratados. Lo que yo creo es que siempre que sucede algo tremendo, por lo general guerras, hambrunas y cosas así, las primeras víctimas y en masa son los niños. Es decir, los niños siempre son las víctimas de los adultos, y en mi película algo ocurre para que los niños decidan defenderse de sus enemigos. Creo que no nos damos cuenta de que somos verdugos de los niños".

"Es un 'thriller' cuyo único propósito, y virtud, es el suspense y el clima de tragedia"

Sin embargo, "el espectáculo de un grupo de niños asesinos no corresponde a las características del buen gusto burgués que aún mitifica a la infancia como edad de la inocencia", se opinó en la revista Triunfo, en la idea de que ese aspecto podría perjudicar el éxito de la película. "Yo adoro a los niños", explicó el autor. "Pero los niños, precisamente por su inconsciencia, pueden rozar la crueldad. El niño es cruel por naturaleza; el niño le arranca los pelos al gato, le tira de la cola al perro... cosas que un adulto ya no hace. Los niños llevan a cabo actos de crueldad de los cuales no son conscientes".

La acción de la película comienza cuando un matrimonio de turistas ingleses (Prunella Ransome y Lewis Fiander) llegan a Almanzora, una isla solitaria donde al parecer sólo habitan niños. (Ella, embarazada, ha superado la tentación de abortar). Sorprendidos de no encontrar personas mayores, deciden investigar y descubren los cuerpos mutilados de algunos adultos. Se dan cuenta entonces de la dramática verdad: los niños los han asesinado aprovechando sus inocentes expresiones y el hecho de que ningún adulto se atrevería a usar la violencia contra ellos. "A través de una especie de macabro juego van convirtiendo en sus víctimas a todas aquellas personas adultas, padres, abuelos, desconocidos, etcétera", se resumió en Cinemanía: "Con estas premisas, la película se convierte no en un relato de ciencia-ficción (jamás se llega a explicar el desquicio que afecta a los niños, aunque se muestra cómo se extiende de manera telepática), ni en un filme convencional de terror, sino en un thriller cuyo único propósito (y virtud) es el suspense y el clima de tragedia. Ibáñez Serrador demuestra que sabe cómo hacer una película de terror sin los habituales elementos del gran guiñol".

Cuando años después ¿Quién puede matar a un niño? se repuso con redoblado éxito en las salas comerciales, en este periódico se dijo: "El director ha sabido eludir parte de los trucos clásicos del cine de terror al desarrollar su historia en el luminoso decorado de una isla en pleno día, sin que la parábola se pudiera refugiar así en el claroscuro, en lo entrevisto: los bronceados niños de su película matan a pelo descubierto y con bárbara crueldad. Fue un acierto que en su día el público no aceptó del todo".

Ángel García Romero celebró en la revista Quatermass que Ibáñez Serrador hubiera vuelto a conseguir "un éxito sin precedentes en la cinematografía patria, traspasando nuevamente sus fronteras. Por desgracia, aunque la película fue rodada en inglés, dejando el idioma local sólo para los nativos, la distribuidora acabó por doblar todos los diálogos al castellano, con lo que se consiguió ese característico y molesto efecto en el que los personajes no parecen entenderse entre sí aunque hablen una misma lengua -si el idioma no es una barrera, los problemas de comunicación parecen venir ahora de la idiotez de los protagonistas-. Salvado este escollo, lo que Chicho nos ofrece en su película es un aplicado ejercicio de cinefilia, construido en torno a los habituales recursos del cine de suspense, escorado hacia el terror con inusitada sobriedad aunque sin desdeñar el uso de algún que otro efectismo. Por otra parte, la principal novedad de la película se centra en la utilización de la luz diurna para crear el preciso clima terrorífico. Ibáñez Serrador potencia así la soledad de los protagonistas, con lo que acrecienta la sensación de angustia que pretende instalarse en el ánimo del espectador".

La crítica elogió "la vanguardista partitura de Waldo de los Rios, junto con la sorprendente labor de decoración, además de la magnífica fotografía de José Luis Alcaine, que arroparon con exquisitez la concienzuda puesta en escena del realizador, que consiguió uno de los títulos más célebres dentro del subgénero de terror-con-niño, compartiendo honores con películas tan memorables como Suspense, A las nueve cada noche o El otro".

Cuatro momentos de la película <i>¿Quién puede matar a un niño?</i>
Cuatro momentos de la película ¿Quién puede matar a un niño?

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