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La importancia de las canciones

Diego A. Manrique

En el negocio de los largometrajes de animación, la batalla por el público tiene muy en cuenta las bandas sonoras. Hablamos de las bandas sonoras de canciones: los scores no son esenciales en esas guerras que se desarrollan fuera de los minicines.

La selección de canciones -suenen claramente en la película o pasen como un suspiro- tiene una doble función. Primero, ser programadas en la radio, logrando que las ondas se llenen de menciones de la película (si se genera un éxito, la productora salta directamente al séptimo cielo). Segundo, marcar alto en el termómetro de lo cool, cualidad misteriosa que viene a señalar la contemporaneidad del producto, la puntería en los guiños al público potencial.

DreamWorks sabe cómo jugar en esa área. Si la competencia apuesta por Phil Collins o Elton John, se dijeron: vayamos hacia artistas con algo más de filo. Queda muy claro en la banda sonora de Shrek 2 (Universal). Se da salida a grupos de la rama discográfica de DreamWorks, como Eels o Frou Frou. Hay hueco para meter artistas -"me debes una"- de empresas con las que comparten código genético, caso de Geffen Records, que aporta a Counting Crows o Rich Price.

Estas bandas sonoras dan oportunidad para proporcionar nuevo contexto a canciones clásicas. Funkytown, de Lipps Inc., suena en Shrek 2 en toda su gloria discotequera de 1979, pero las otras han sido remodeladas. Changes cuenta con su compositor, David Bowie, de camaleón invitado con Butterfly Boucher. La misógina Livin la vida loca hace tiempo que funciona como chiste, generalmente a cuenta de su intérprete original, Ricky Martin, y aquí es puro delirio, con las voces de Antonio Banderas y Eddie Murphy cabalgando sobre una enloquecida producción del argentino Gustavo Santaolalla y el uruguayo Juan Campodónico.

Si tanto internacionalismo parece rizar el rizo, todavía quedan más audacias. Shrek 2 contiene aportaciones de dos sacamantecas, el lobuno Tom Waits y el sombrío Nick Cave, vocalistas que imponen carácter a todo lo que visitan. Para aliviar, está Ever fallen in love. Lo que inicialmente era una canción gay -"¿alguna vez te has enamorado / de alguien de quien no debieras?"- de The Buzzcocks, aquí se transforma en efervescente himno para todos los públicos, a cargo de Peter Yorn, rockero guapo. ¿Quién da más?

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