Un aire acondicionado digno de una reina
La colmena se mantiene fresca gracias a que cada abeja se agobia a distintas temperaturas
Sólo parece haber dos formas de organizar una empresa. Una es la humana: el jefe evalúa las habilidades de cada uno de sus empleados y distribuye las tareas de la forma que considera óptima. Las abejas son distintas. Allí no hay jefe. Nadie evalúa las capacidades de nadie, ni distribuye las tareas. Cada individuo actúa según su entorno local y es ciego a la situación general. Pese a ello, el conjunto de abejas sabe cómo actuar para adaptarse a las demandas del medio. La colmena, por ejemplo, mantiene la temperatura que le conviene (entre 32 y 36 grados) por mucho frío o calor que haga fuera. ¿Cómo?
La estabilidad térmica de la colonia es consecuencia de ciertas actividades de las obreras. Si el calor aprieta, las obreras empiezan a agobiarse y aletean para expulsar del nido el aire caliente. También se agobian cuando refresca, y entonces se apiñan como ovejas y calientan el nido con la suma de sus cuerpos.
El sistema es ingenioso, pero no funcionaría bien si todas las obreras se agobiaran al mismo tiempo. Si todo el mundo empezara a aletear cuando el termómetro alcanza los 38 grados, la temperatura se vendría abajo bruscamente, y si todas se apiñaran entonces, el calor sería de nuevo agobiante. La colonia se parecería a Madrid: o se hiela uno de frío o se asa de calor, con tres días de primavera en el medio. La colonia es más lista que todo eso, como acaban de descubrir Julia Jones y sus colaboradores de la Universidad de Sidney.
Una colonia típica proviene de una sola madre (la reina), pero de muchos padres (entre 10 y 30), y por tanto tiene una alta variabilidad genética. Jones ha creado colonias con un solo padre, mucho más homogéneas genéticamente, y las ha comparado con las naturales. El resultado, que se presenta hoy en Science, está muy claro: la temperatura fluctúa el triple en las colonias homogéneas que en las variadas.
Jones se centró después en una colonia con muchos padres y empezó a subir la temperatura artificialmente. Cuando una obrera se agobiaba y se acercaba a la salida del nido para expulsar el aire caliente, la científica la capturaba y le miraba los genes. Resultado: las primeras obreras en agobiarse eran de un padre, las siguientes de otro, las siguientes de otro, etcétera.
Una abeja no es muy inteligente, pero la colonia sí lo es en su conjunto, y la razón es que los individuos difieren genéticamente en su umbral de respuesta a un desafío del entorno. Gracias a los diferentes umbrales de agobio térmico de las obreras, la temperatura de la colonia se regula finamente, sin bandazos.
Jones propone que no sólo el aire acondicionado, sino también "la mayoría de los aspectos de la vida de la colonia mejoran si las obreras difieren en sus umbrales para disparar una u otra tarea". La división del trabajo en la colonia no ha sido diseñada por ningún directivo: es una propiedad emergente, es decir, una propiedad que no posee cada individuo, sino el conjunto de los individuos. Quizá nuestras empresas sean así algún día.
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