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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La mejor amiga del gay

Un año antes de ultimar la que es hasta ahora su última película americana, Peter Pan, el australiano P. J. Hogan había rodado una comedia llena de elementos extraños, justamente este Amor sin condiciones que ahora nos llega con evidente retraso. Insiste aquí Hogan, habitual autor de las tramas de sus películas, e incluso guionista de las mismas, en un tema que ya estaba presente en la que aún hoy es su título de gloria, La boda de Muriel: que ante el deseo de una mujer, por poco agraciada o rara que sea ella en su entorno, nada puede oponerse.

Un punto de arranque tan compartible da aquí pie, no obstante, para varias cosas, y no todas buenas. Por ejemplo, para una comedia con personajes un tanto a contramano: un cantante que parece un cruce entre el vestuario de Liberace y el glamour, es un decir, de Engelbert Humperdinck; una atrevida enana con crisis de ansiedad que es la nuera de la protagonista; un gay que debe pasar por el valet de chambre del cantante cuando en realidad es su amante y, por si algo faltaba, un ubicuo asesino en serie que emplea en sus cometidos... una ballesta. O por ejemplo, a varios números de musical, como si a nuestro hombre le pesara la querencia que siente ante el más genuino de los géneros americanos, aunque sólo vengan a cuento en la trama para que Jonathan Pryce, y sobre todo la resucitada Julie Andrews, se marquen algunas piezas, bien acompañada ésta por una Kathy Bates que no sólo es una espléndida actriz, sino también una notable cantante melódica.

AMOR SIN CONDICIONES

Dirección: P. J. Hogan. Intérpretes: Kathy Bates, Rupert Everett, Meredith Eaton, Jonathan Pryce, Lynn Redgrave, Dan Aykroyd, Julie Andrews. Género: comedia, EE UU, 2002. Duración: 121 minutos.

Todos estos ingredientes, más que funcionar, terminan molestándose, acumulándose de cualquier modo en un crescendo surreal que hace de la película no tanto la previsible peripecia de señora madura que acaba haciéndose la mejor amiga del homosexual, sino un verdadero batiburrrillo del que sólo sale a flote el inmenso oficio de Bates, que está varios cuerpos por encima de su personaje. Es su candor, su sana inocencia y su voz superlativa la que terminan apuntalando un edificio que amenaza constante ruina... la explicación de por qué una comedia con todos los ingredientes del éxito llega hasta nosotros con casi dos años de retraso.

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