Emocionante fresco histórico
Hay que comenzar con un recordatorio: a pesar de sus tres horas y diez minutos de duración, esta La mejor juventud, una de las películas más emocionantes que nos han llegado de Italia en mucho tiempo, no es más que la primera parte de un colosal fresco sociopolítico que recorre un arco temporal de casi cuarenta años de historia de Italia. Y lo mejor que se puede decir de esta primera parte no es baladí: su metraje sabe verdaderamente a poco, el espectador se queda con la agridulce sensación de que más que querer, necesita ver la continuación. Y es una pena que un filme tan trabajosamente realizado, tan impecablemente conducido por Marco Tullio Giordana llegue de puntillas, sin publicidad y sin soporte alguno que lo dé a conocer.
LA MEJOR JUVENTUD
Dirección: Marco Tullio Giordana. Intérpretes: Luigi Lo Cascio, Alessio Boni, Jasmine Trinca, Sonia Bergamasco, Andrea Tidona, Adriana Asti, Lidia Vitale. Género: drama histórico. Italia, 2003. Duración: 190 minutos.
Un filme apasionante con el que se puede sufrir y llorar
Como tantos grandes filmes de la historia de cine italiano, desde Novecento a Una mujer y tres hombres o La familia, por poner tres ejemplos que podrían ser muchos más, la historia se abre paso en la vivencia amistosa durante varias décadas. Como en un clásico como Rocco y sus hermanos o la reciente, y tan valiosa, Cosí ridevano, de Gianni Amelio, los polos alrededor de los que se construye la trama son dos hermanos, tan bien avenidos como los de Amelio, aunque muy diferentes entre sí. Y como no puede ser de otra forma, porque la voluntad del discurso lo hace imprescindible, los personajes principales y sus amigos son otros tantos vectores que empujan el relato hacia aquella dispersión geográfica que preconizara con su obra el gran Roberto Rossellini: la mejor juventud habla de Italia, claro, pero también de muchas pequeñas, dispersas Italias, la de la política y la de la psiquiatría, la de la policía y la de la solidaridad, la de la militancia y el día a día.
Crónica de una generación de la que el propio cineasta forma parte (en su arranque, en 1966, los protagonistas tienen la edad de Giordana, nacido en 1950), el filme, no obstante, huye de la caracterización fácil: todos los personajes tienen su ocasión de profundización psicológica, incluso su misterio (el que más, Giorgia, la esquizofrénica de la que secretamente se enamoran los dos hermanos cuando son adolescentes), al tiempo que sirven a un diseño general más amplio. Así, por el filme discurre la gran crónica -las inundaciones de Florencia en 1967, el convulso invierno de 1968, el comienzo del terrorismo de las Brigadas Rojas, los asesinatos de Bolonia en 1977- y la vivencia personal, la lucha por la modernización italiana hecha desde las filas del progresismo y las pequeñas vivencias inexplicables (las que protagoniza el complejo personaje del hermano policía y amante de los libros).
Es un filme apasionante, con el que cabe discrepar -de hecho, incluye en su propio diseño la discrepancia: jamás oculta desde dónde está hablando-, sufrir, llorar y hasta amargarse, y sobre el cual habrá que volver porque, hay que repetirlo, sólo hemos visto su primera mitad. Pero resulta a la postre una utilísima herramienta para entender de verdad la Historia con mayúsculas de un país sometido a un cambio espectacular. Y para no olvidar de dónde viene el oscuro presente.
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