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Signos

Un ensayo relata la aventura y el drama de muchos andaluces que marchaban a América en el XVIII

En la primera mitad del siglo XVIII, coincidiendo con la subida de los Borbones al trono, muchos españoles marchan a América. La mayoría de ellos, andaluces. Qué sueños perseguían, cómo era su epopeya y cuál su fin son algunos de los interrogantes a los que María del Mar Barrientos Márquez, onubense y gaditana de adopción, da respuesta en el extenso ensayo La fortuna y la muerte, presentado recientemente por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz (UCA).

Esta profesora de la UCA ya había trabajado con anterioridad sobre un tema similar en su tesina Gaditanos en las Antillas, editada en 2000. En este nuevo estudio, no obstante, ha querido centrar sus investigaciones en unos documentos especiales del Archivo de Indias, los autos de bienes de difuntos. "Eran expedientes de personas que morían sin herederos. Tales escritos desmenuzaban todas las pertenencias, desde un simple calzón a dinero en metálico, se vendían en almoneda pública y se enviaban por mar de vuelta a España. Una vez aquí, las autoridades de la Casa de Contratación publicaban edictos para buscar posibles herederos, y ahí empezaban los pleitos", explica Barrientos.

A partir de estos singulares inventarios, la profesora reconstruye el perfil de aquellos viajeros y sus peripecias a través de más de 300 páginas exhaustivamente documentadas. "Eran en su mayoría gentes de mar y comerciantes de distinta índole, casi todos vecinos de Cádiz, Jerez, Sanlúcar o Puerto de Santa María, así como de Triana y Huelva", señala Barrientos.

"La mayoría de esas personas no son emigrantes tal y como los entendemos hoy. Son hombres de mar que se enrolan en esas tripulaciones empujados por las circunstancias económicas y mueren allí trabajando, aunque algunos desertaban al llegar al Nuevo Continente", comenta la autora.

"Más allá de los datos cuantitativos y científicos, se ve cómo sentía la gente. Es curioso detenerse a analizar qué comían, cuáles eran sus hábitos, qué hacián para distraerse a bordo. La peor tragedia era, por ejemplo, morir en el barco, ya que echaban los cadáveres al agua y eso les aterraba. Y es muy revelador ver cómo, en circunstancias adversas como las epidemias que asolaban el puerto de Veracruz, los paisanos se cuidaban entre ellos, se prestaban dinero o se consolaban ante el miedo al más allá, porque querían prepararse para conseguir la salvación", añade la profesora.

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