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Columna
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Volver al Español

Vicente Molina Foix

No sé si el inspirado eslogan del PSOE para las elecciones del pasado domingo, Volver a Europa, ha producido a los españoles, en su progresivo alejamiento del eje tejano-iraquí, el mismo raro efecto de retorno y júbilo que yo sentí el otro día en Madrid. Después de 14 larguísimos años de engaño artístico, trapisonda administrativa y feudalismo, volví como espectador al teatro Español sin que se me cayera la cara de asco. ¿Sólo 14 años? A mí la etapa directiva de Gustavo Pérez Puig y su adjunta, muy junta, Mara Recatero, me ha parecido un interminable En Flandes NO se ha puesto el sol, con algo también de Reinar después de morir, ya que, extinguido el manzanato, la pareja aún se las arregló para continuar dirigiendo el cortijo, perdón, el teatro municipal, unos meses más, que aun así les parecieron pocos; ahora pleitean con el nuevo Ayuntamiento para que les devuelvan su saneada parcela o, si no, les unten el riñón.

Pero regresemos al interior del hermoso coliseo de la plaza de Santa Ana. Mario Gas, después de la tardanza en su ratificación como nuevo director, no perdió el tiempo, y pocas semanas después de acceder al cargo el escenario del Español perdía el pelo de la dehesa, el moho de su rancia programación anterior, para acoger, entre otros, a Carles Santos, Patrice Chéreau, Bob Wilson, José Carlos Plaza, Giorgio Strehler. Qué dulce despertar de la pesadilla. Y qué maravillosa restitución para la gente joven. El amigo, muy aficionado al buen teatro, que me acompañaba a ver el gran espectáculo de Wilson I la Galigo nunca había pisado el Español, pues, teniendo sólo 26 años, su uso de razón coincidió con el abuso de la sinrazón impuesta, sin el menor recato, por la firma Recatero y Esposo Sociedad Limitada.

Muchas otras personas ahuyentadas del teatro Español en los últimos años vuelven a ese espacio recuperado, que, con el cambio de dirección en el CDN, la inminente reapertura de la sala Olimpia y la importante consolidación que supone el décimo aniversario, en la temporada 2004-2005, del teatro La Abadía, puede galvanizar el panorama teatral, tan lacio, de nuestra capital. Pero tenemos a Esperanza Aguirre para aguarnos la fiesta. ¿Se sabe algo del teatro del Canal? ¿Lo verán nuestros hijos? Y si es así, ¿qué verán?

De momento, nuestros ojos no verán ni oirán nuestros oídos este verano a Barenboim y sus huestes de la Ópera Estatal de Berlín en el Teatro Real, habiendo la Consejería de Cultura de la Comunidad retirado la subvención necesaria; el consejero, Santiago Fisas, en carta a un lector de estas páginas, daba razones de corte económico para esa retirada, muy correctamente expresadas pero no del todo convincentes. Dicen los enterados que la elección de Fisas por Esperanza Aguirre, aparte de sellar su común amor por el golf, fue un intento de poner -sin salirse del marco de la derecha- una cara conciliadora, abierta y hasta culta en el negociado de la cultura, como réplica a la figura progresista de Alicia Moreno, anterior consejera de Gallardón y hoy, desde la Concejalía de las Artes, principal valedora del cambio producido en el Español.

Vamos a ver. Fisas hizo algún nombramiento de verdad interesante e incluso osado en su área, como el de la muy solvente crítica y comisaria de arte Victoria Combalía, tan catalana como Mario Gas. Combalía es asesora de artes plásticas, pero el escritor Leopoldo Alas, otro valeroso independiente, era el asesor de literatura. El episodio de la forzada dimisión de Alas, hace pocas semanas, proyecta una densa sombra de sospecha sobre los supuestos aires de liberación de Fisas. ¿Por qué le pidieron al consejero la cabeza de su asesor? Por un breve artículo glosando las famosas declaraciones de Almodóvar sobre la noche del 13-M (rectificadas por el propio cineasta) y el estreno madrileño de su última película. Cuatro días después de publicar ese artículo en El Mundo, Alas fue llamado a capítulo por el liberalísimo Fisas, quien, según palabras del escritor, le habló de lo mal que habían sentado en Génova no sólo su defensa del cineasta, sino las alusiones a los gritos obscenamente homófobos coreados por los militantes del PP que reventaron el estreno de La mala educación. Alas entendió el mensaje y salió por piernas del despacho que nunca llegó a ocupar en la consejería.

Eso sí que es volver. A la caverna.

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