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Reportaje:

El comercio mundial, a la espera de las elecciones en EE UU

El G-20 y la UE han hecho sus propuestas para la liberalización agrícola y no darán otro paso hasta que Washington mueva ficha

Fernando Gualdoni

La marcha hacia una mayor liberalización del comercio mundial está en punto muerto. Las elecciones generales de noviembre en EE UU están frenando cualquier avance en las negociaciones en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Tanto los países en vías de desarrollo como la Unión Europea no están dispuestos a mover un dedo hasta que Washington diga algo concreto en el tema comercial, además de las buenas intenciones políticas que la Casa Blanca deja caer en cada reunión que se celebra por el mundo.

El Grupo de los 20, encabezado por China, India y Brasil, acordó la semana pasada en São Paulo no hacer ningún tipo de concesión hasta que no haya avances en el desmantelamiento de las ayudas al sector agrícola. La UE considera que con la reforma que ha hecho de su política agraria común (PAC) y con el compromiso que ha asumido de reducir los subsidios a la exportación, ha hecho un aporte más que suficiente para desbloquear las negociaciones.

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Las miradas, pues, se dirigen a EE UU. El Gobierno estadounidense no ha manifestado ningún compromiso para reducir sus subvenciones a las exportaciones y las ayudas internas al sector agrícola. Washington ni siquiera ha mencionado alguna medida en el tema de los subsidios a los productores de algodón, a pesar de que su política ya ha sido declarada ilegal por dos dictámenes (el definitivo se conoció el viernes pasado) de la OMC, y de que el fin de las ayudas a este cultivo beneficiaría a 10 millones de agricultores en África.

El 31 de julio vence el plazo para que la OMC alcance un pacto en el capítulo agrícola que permita cerrar para el 31 de diciembre la ronda de negociaciones puesta en marcha tras la cumbre de Doha de noviembre de 2001. La posibilidad de que haya un acuerdo en un mes y medio es nula y a lo que aspiran los delegados de los 147 países miembros de la OMC es a "sacar un comunicado que asegure que seguimos negociando", explicaba un delegado africano. Esto, en términos de la OMC, significa que los países quieren cerrar la ronda de Doha durante la próxima cumbre de Hong Kong, que se celebrará dentro de un año.

El problema que ven en la OMC es que si la Casa Blanca no es capaz de tomar una decisión, hacer algo más que un guiño en las próximas seis semanas, será muy difícil que se avance algo antes de noviembre. Si el presidente Bush sale derrotado en las urnas, se perderá otro año hasta que el nuevo Gobierno tome las riendas de la negociación comercial. Y aún cuando Bush renueve su mandato, es bastante probable que su actual secretario de Comercio, Robert Zoellick, no continúe en su cargo, por lo que su sucesor también requerirá tiempo para hacerse con los temas. Añadido a esto, tampoco se espera que su homólogo europeo, Pascal Lamy, siga al frente de su cartera tras la renovación de la Comisión Europea, a finales de octubre.

Cualquier avance en las negociaciones comerciales tras el fracaso de la cumbre de Cancún del pasado septiembre estaba supeditado a que la UE y EE UU se comprometiesen a reducir los subsidios a la agricultura. Si Bruselas considera que ya ha hecho su parte y Washington no hace nada, las negociaciones permanecerán congeladas. El G-20 tiene una postura más moderada respecto a la liberalización de la agricultura, de la que tiene el grupo Cairns de grandes exportadores agrícolas, que pedía la apertura total del sector. Aunque hay miembros coincidentes en Cairns y en el G-20, este último grupo reconoce, al igual que la UE, el carácter cultural y social de la agricultura.

"El G-20 sólo está dispuesto a avanzar por tres caminos", explicaba una fuente de la representación brasileña en Ginebra, "en la eliminación de los subsidios a la agricultura, reducción de las ayudas internas y en el acceso a los mercados". Este último punto, el de los aranceles a las importaciones, está condicionado a que se avance en el tema agrícola. Los países ricos quieren que los menos desarrollados rebajen sus aranceles a las importaciones de productos industriales, mientras que estos últimos también reclaman de los industrializados un recorte de las tarifas para los productos agrícolas. Todo el mundo coincide que es importante reducir las tarifas arancelarias, pero en la OMC sabe que no habrá ningún avance en este campo hasta que no haya alguno en el tema de subsidios y ayudas agrícolas.

Todo se reduce a este tema. Tanto, que la UE ya ha tirado la toalla en su intención de que se negocien los llamados cuatro temas de Singapur (protección a las inversiones, garantías para la libre competencia, transparencia en los concursos públicos y facilidades para el comercio). Otra cuestión que deberá aplazarse si se quiere llegar a un acuerdo es el tratamiento preferencial que propuso la UE para los 40 países más pobres. Muchos países latinoamericanos, en especial los centrales, han puesto el grito en el cielo porque algunos de ellos, a pesar de ser muy pobres, quedarían excluidos de estas ventajas que ofrece Bruselas. Estos países sostienen que la OMC no discrimina y que si los grandes hacen concesiones, que las hagan de una vez y para todos. Así están las cosas en la OMC.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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