Solana repetirá en el cargo con la idea de convertirse en el primer ministro de Exteriores de la Unión
Los líderes de los Veinticinco consensuaron anoche la renovación el mandato de Javier Solana como Alto Representante de la Política exterior y Seguridad Común (PESC) de la Unión Europea con más competencias y con la idea de designarle ministro de Asuntos Exteriores una vez sea ratificado por los parlamentos nacionales o referendos populares el tratado constitucional de la UE, algo que puede demorarse dos o más años o incluso atascarse. Pero sin esperar a ello, una vez sea firmada la primera Carta Magna europea, se pondrá en marcha un servicio diplomático común europeo.
Está para arreglar los problemas, no para crearlos. Eso afirman los colaboradores de Solana (Madrid, 1942) cuando surgen divergencias en el seno de la UE. Llegó a su actual cargo en octubre de 1999 tras casi cuatro años al frente de la OTAN, desde donde tuvo que ordenar el bombardeo de Kosovo. Su vocación de trabajo es tan enorme como su deseo de visibilidad internacional. Ha viajado más que ningún otro político europeo al frente de la política exterior de la Unión. Más incluso que cuando estaba en la OTAN. Sus críticos cuestionan la eficacia de tanta misión; sus defensores creen, por el contrario, que resulta provechoso el contacto directo. Solana es físico de formación pero ecléctico de convicción. En su haber está precisamente la habilidad de no granjearse la enemistad de los gobiernos europeos, sostienen sus defensores; en su contra, huir del compromiso y no profundizar demasiado en los temas, replican sus enemigos.
El principal éxito de la gestión de Mister PESC ha sido la creación e implementación de los órganos de la política exterior y de defensa de la Unión, así como la elaboración de la doctrina de seguridad europea, la primera en la historia de la UE. Nacida a la luz de la grave división que Irak causó entre los Estados miembros, es una estrategia que busca dar a Europa un papel sobresaliente en el mundo, a la par que EE UU. La Unión defiende el multilateralismo y el papel de la ONU, frente al unilateralismo de los neoconservadores norteamericanos, ante las graves amenazas del presente siglo, como son el terrorismo, las armas de destrucción masiva y los llamados Estados rebeldes.
Sus relaciones como Alto Representante y secretario general del Consejo de Ministros de la UE con la actual Comisión Europea no han sido demasiado fluidas por problemas de coordinación. Con el comisario de Asuntos Exteriores, Chris Patten, los presagios y los primeros compases apuntaban al principio a un divorcio, pero luego se convirtió en respeto mutuo. Para ambos resulta contradictoria la existencia de dos figuras al frente de la política exterior. Cuando las dos partes han dejado atrás los recelos han llegado los frutos, sobre todo en los Balcanes. Solana y Patten tuvieron un papel crucial en la estabilidad de Macedonia.
En su debe figura el escaso éxito de las gestiones diplomáticas de la Unión entre israelíes y palestinos y su postura prudente en la crisis de Irak, que en algunos momentos pareció justificar la intervención militar.
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