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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Estabilidad y crecimiento

Era de esperar que la principal pieza de la política económica del Gobierno anterior, la Ley de Estabilidad Presupuestaria, fuera cuando menos revisada por quienes en su programa económico incorporaban algo más que retoques a la política económica del PP. Las propuestas económicas del PSOE, las más amplias y elaboradas de las últimas campañas electorales, establecían, junto al compromiso de mantener saneadas las finanzas públicas, un cambio del patrón de crecimiento de la economía, necesario no sólo para aumentar a un mayor ritmo la renta por habitante, sino para eliminar la vulnerabilidad asociada a esa excesiva dependencia del gasto en construcción y la consiguiente escalada de los activos inmobiliarios.

El vicepresidente Solbes acaba de esbozar las líneas que presidirán la reforma de esa ley. Establece como premisa la necesidad de conciliar estabilidad presupuestaria con crecimiento, particularizando esa concepción de la estabilidad en función del ciclo económico. Define también criterios que tratan de orientar los presupuestos de comunidades autónomas y ayuntamientos, procurando que sean compatibles con los márgenes de autonomía fiscal de ambos. Un principio no menos importante es el que se refiere a una mayor transparencia de las propias actuaciones de las administraciones públicas.

Cabría añadir que los compromisos presupuestarios que derivan del Pacto de Estabilidad y Crecimiento al que nos obliga la pertenencia a la Unión Monetaria deberían ser compatibles con un crecimiento económico sano, exento de tensiones inflacionistas y con más inversiones en capital humano y tecnológico. De poco serviría seguir exhibiendo a ultranza un déficit cero si la capacidad competitiva de la economía española pierde posiciones año tras año.

En definitiva, en la conciliación de la estabilidad presupuestaria con el crecimiento económico y del empleo está implícita la satisfacción de esa otra prioridad programática del partido en el Gobierno, la de sacar a la economía española de las últimas posiciones europeas en crecimiento de la productividad. No es políticamente fácil, pero es posible, como muestra la evidencia de no pocos países de nuestro entorno.

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