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Reportaje:

Carreras por el cosmos

Un avión espacial privado intentará alcanzar 100 kilómetros de altitud

"Cuando se cruza una nueva frontera, siempre hay un serio peligro de muerte", advierten los organizadores del Ansari X Prize, un galardón dotado con 10 millones de dólares (8,3 millones de euros) que pretende conciliar las leyes del mercado con las de la física y abrir la carrera espacial a la iniciativa privada con fines turísticos.

Se trata de llevar más allá de nuestra atmósfera naves espaciales reutilizables tripuladas y financiadas exclusivamente por capital privado. La meta no parece técnicamente demasiado ambiciosa si se compara con lo que ya hacen las agencias espaciales estadounidense, rusa y europea: basta con llevar a tres personas a dar un salto suborbital -como los vuelos de Gagarin y Glenn- hasta una altura de 100 kilómetros (20 kilómetros fuera de nuestra atmósfera), devolverlos a la Tierra sanos y salvos y repetir la misma operación una segunda vez, en un plazo de dos semanas tras el primer lanzamiento. Para no arriesgar demasiadas vidas, puede competirse con un solo tripulante, pero entonces hay que lastrar la nave con lo que pesarían los otros dos.

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Desde que en 1996 se abriera el plazo de inscripción para este atípico y arriesgado concurso, se han apuntado más de 20 equipos de siete países (entre ellos, EE UU, Canadá, Reino Unido, Rumania y Argentina). No hay un día determinado para efectuar los lanzamientos. Basta con que sea antes del 1 de enero de 2005.

El único vehículo que, según los expertos, cuenta con posibilidades de cruzar esa "nueva frontera" es el estadounidense SpaceShipOne: está previsto que lo intente el próximo lunes, 21 de junio, desde el desierto de Mojave, en California. Diseñado por la empresa Scaled Composites, el SpaceShipOne es obra de Burt Rutan, padre del Voyager, el primer avión que dio la vuelta al mundo sin repostar. La financiación corre a cargo del multimillonario Paul Allen, cofundador de la empresa de informática Microsoft. Allen se ha gastado en su nave más de 16,6 millones de euros, el doble de lo que se embolsará si gana la prueba.

Si el SpaceShipOne es favorito se debe a que en mayo pasado alcanzó los 63 kilómetros de altura, la máxima lograda nunca en el marco de un programa aeroespacial no gubernamental.

El piloto en esa ocasión fue Mike Melvill, de 62 años, capaz, según su currículo, de pilotar "123 ingenios alados distintos". Para entrar en el selecto club de los astronautas, según la NASA, una persona ha de tripular por encima de los 80,4 kilómetros de altitud. Si Melvill se pone a los mandos del SpaceShipOne el próximo lunes (la identidad del piloto es por el momento secreta) y si consigue llegar a los 100 kilómetros de altitud, el club de los astronautas tendrá un nuevo socio.

La nave favorita no despegará directamente desde tierra, sino que será elevada hasta unos 16 kilómetros por el White Knight, un avión igualmente diseñado por Rutan. Entonces el SpaceShipOne pondrá en marcha su cohete de propulsión, que, en unos 80 segundos, deberá elevarlo hasta los 100 kilómetros. La nave permanecerá tres minutos en condiciones de microgravedad, para iniciar después la reentrada y aterrizar, como un avión convencional, sobre el desierto de Mojave, una hora y 25 minutos después del despegue.

Tal hazaña será, según los promotores del Ansari X Prize, similar a la que realizó en 1927 Charles Lindbergh al cruzar el Atlántico a los mandos del Spirit of St. Louis. En aquella ocasión también había un concurso de por medio: el Orteig Prize, dotado con 25.000 dólares (unos 20.700 euros).

Los canadienses del equipo Da Vinci Project ya han elegido un lugar de lanzamiento para su nave Wild Fire y, aunque todavía no han fijado una fecha para su primer intento, avisan de que dar al SpaceShipOne como vencedor, es vender la piel del oso antes de cazarlo.

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